lunes, octubre 29, 2007

Historias del Autoservicio. Capitulo 24. CUATRO VIDAS EN LA BARRA






Runa Washington, Herbs Seattle, Juriko Montana y Turi Boston desayunan siempre a la misma hora, siempre en el autoservicio. Esto es lo único que une a los cuatro. Bueno, esto y el hecho de que todos se apelliden con nombres de ciudades o estados norteamericanos, a pesar de que ninguno nació ni vive en el pais de la libertad… vigilada. Todos y cada uno de ellos llegan al bar en un intervalo que se definía entre las 8:00 y las 8:05 de la mañana. Siempre se sientan en un taburete y piden un café con leche que toman, tranquilamente, en la barra. Son los únicos cuatro que a esas horas toman café en el mostrador, desde hace años. Aun asi, no se conocen, nunca se han hablado. Se podría decir que incluso alguno de ellos ni tan siquiera reconoceria a la persona que tiene al lado si se la cruzara por la calle. O como minimo, se quedaría con esa molesta sensación de conocer esa cara que acabas de ver pero no poder contextualizarla y saber de que demonios la conoces. En esto buena culpa recae en los camareros. Aretha, la nueva empleada que les sirve aquellos cafés amargos, es nueva, pero posee ese ineludible don que a todos los camareros del autoservicio les ha caracterizado: solo hablan por necesidad. Asi las cosas, el camarero charlatan, buen lubricante para las relaciones entre desconocidos, queda anulado, y dado que ninguno de los cuatro es especialmente hablador, no termina siendo extraño que después de tantos años nunca se hayan dirigido la palabra. Sumerjámonos por un momento en un dia cualquiera en estas cuatro vidas ajenas:
El primero en entrar es siempre Herbs Seattle que, como suele ser habitual, toma el taburete más alejado a la puerta, pide su café con leche y empieza a tamborilear con sus dedos sobre la barra.
8:00- Pensamientos de Herbs Seattle- : “Esta noche le diré a Alicia toda la verdad. No puedo seguir ocultandoselo. La de anoche fue la cuarta mujer con la que me acuesto esta semana, y ella sigue preparandome ese riquísimo pastel de manzana todas las noches, como si fuera la primera vez. Pero diablos, si ella se fuera… ese pastel esta muy bueno… ¿por qué será tan difícil?...”
Un par de minutos más tarde llega Juriko Montana, que se sienta, por respeto, lo más lejano de Herbs, aún sabiendo que en escasos minutos ambos tendrán la incomoda presencia de otra persona a un metro de ellos, mordisqueando y engullendo con su desagradable sonido.
8:02 –Pensamientos de Juriko Montana-: “ Apestosos tipejos, miralos, ahí, comiendo. No saben que van a morir pero ¡si! Todos moriran, y cuando les llegue la hora pensaran en que todo es una mierda, en que han perdido sus vidas en la rutina… Yo les podria salvar de esa triste muerte. Con mi Alien… Joder, si yo tuviera un Alien, entraría aquí y les haría un favor a todos. Un Alien entrando por esa puerta, con sus babas manchando esas mugrientas baldosas. Si… cuando tenga un Alien os vais a enterar, apestosos…”

En este preciso instante en que la mente de Montana repite el adjetivo “apestoso” entra Turi Boston, el más joven de nuestros cuatro amigos. Siempre se sienta, para mayor desgracia de este, al lado de Juriko Montana. Pide su café solo y se distrae mirando las élices del ventilador del techo.
8:03 –Pensamientos de Turi Boston-: “La existencia no deja de ser relativa, vaya. Porque nadie me asegura que cuando yo deje este bar, todo desaparezca, el tipo de mi izquierda, esta nueva camarera… Mira que es fea… ¿Qué habra sido de la anterior?. Era guapa, pelirroja… ¿pelirroja? Tenia ese acento de extranjera… ucraniana creo que era. Recuerdo que un dia le pregunté sobre el vodka ucraniano… Era simpatica, no hablaba mucho. Vaya, me la follaria sin parar, le diria que me gritara en ucraniano las cosas más cerdas… ¿Cómo se dirá cerdo en ucraniano? Quizas solo fuese sueca, al fin de cuentas… La nueva parece del norte… que fea es, dios…. En suecia hacen buenas tortitas… ¿era pelirroja? A…Aretha… ¿Aretha? La verdad es que se parece, si. Tiene cara de mala leche, la tia… Que fea es…para ser negra. A los negros solo les gusta el rap y el baloncesto. El baloncesto… el baloncesto es una deporte de maricas.”
La única mujer de nuestro escuadrón asesino de cafés entra, justo cinco minutos después del primero que, recuerden, era Herbs, y se sienta junto a él. Discretamente mira a nuestro mujeriego caballero.
8:05 –Pensamientos de Runa Washington-: “Que guapo es… Pero no me atrevo. Esta semana lo haré, no puedo esperar más. ¿Y si no vuelve? Tengo que hablar con el, decirle lo que siento… Mirale, ahí sentado. Debe tener familia, seguro. Un hombre fiel, un buen padre… Seguro que nunca ha pensado tan siquiera en otras mujeres, ¿de que serviría que yo me acercara? Pasaría un horrible ridiculo, y mi esperanza quedaría muerta… No se que hacer…”

El autoservicio va cobrando vida. La gente entra y puebla esos pequeños islotes poseidos de sus pequeñas historias que son las mesas numeradas, pensamientos simples, miradas perdidas. Las elices siguen girando al igual que las vidas de todos los que allí se encuentran: una vuelta más alrededor de la rutina. Un pequeño perro consigue empujar con su cabeza la puerta y entra, olisqueando los pies de la gente y gruñendo. Entre los murmullos vagos se escucha una voz: “¿¡Tienes un fantasma en casa que te lava la ropa!?”. Nadie se molesta en girarse para ver quien ha pronunciado esa irreal frase. Todos estan sumidos en su desidia particular, tan simple, tan necesaria. La seguridad de saber lo que viene después.

8:05 –Pensamientos de Herbs Seattle-: “Ya ha entrado, ¡ahí está!. Siempre se sienta a mi lado. Que guapa es… carajo, y nunca he tenido la valentia de hablar con ella. Soy un hombre, tengo que dar el primer paso… Cambiaría a Alicia y a todas las mujeres con las que me he acostado por poder besarla… Pero, demonios, no lo entiendo, toda la facilidad que tengo para hablar con chicas que me atraen solo minimamente, y con ella, a la que verdaderamente amo… En fin… Runa… ese es su nombre… Runa…”

8:09 –Pensamientos de Juriko Montana-: “Sociedad de vulgares individuos acuosos. Vais por la vida ensuciandolo todo. Este tipo, supuestamente con atractivo, no es más que la misma basura. ¡Hueles mal! Mi alien, un dia vendrá y… bah”

Juriko Montana coge su chaqueta, deja una moneda al lado de su café y abandona el local, cogiendo timidamente su maletín y mirando asustado a todo aquel que pasa cerca suyo.

8:12-Pensamientos de Turi Boston-: “Aun asi, la camarera esta, bien mirado, tiene donde agarrar. En fin, es fea, pero a cuantas me he trabajo igual de feas… Creo que la camarera era pelirroja, si. Estuvo saliendo con aquel tipo, Bipeter… Y de pronto, ya no está… Vaya, Aretha, la cogia por el pelo, y le decia: ¡toma, zorra!... Hoy está un poco mejor este café… sabe más rico, no se, más dulzón… ¿es la misma marca? A ver… si. Zorra en ingles… era… ¿fox? No, eso es zorro. Vaya, aquella tia, Fox… como era… Virginia Fox… La primera tía que se tragó mi semen, que cerda era… Tampoco se que habrá sido de ella, menudo pendón…”

“Menudo pendón” escucha susurrar Herbs Seattle mientras ve por el rabillo del ojo como Turi Boston paga y se marcha del local. No puede dejar de pensar en la mujer que tiene tan solo a 4 metros. Runa, la había llamado una amiga una mañana. Runa…
Herbs recoge la cucharilla, la seca , como suele hacer, con una servilleta y se baja del taburete, mientras discretamente mira a Runa Washington. Por un momento sus miradas se entrecruzan, intentando simular indeferencia, y se vuelven a perder, cuando lo único que desean es volver a encontrarse. El hombre abandona el autoservicio, ya solo queda esperar, otras 24 horas hasta volverla a ver…
Runa Washington, que fue la última en entrar, queda sola, junto a tres taburetes vacios que hasta hace escasos segundos albergaban personas y pensamientos. Mira con cierta tristeza a la barra, donde ya ninguna mano se apoya. Es lo de siempre, pero le duele como la primera vez.
Aún asi, hay una pequeña diferencia, algo que separa ese momento del resto de los dias. Hoy es el último dia, mañana todo va a cambiar. Mañana toca actuar. Y habrá movida.