miércoles, julio 23, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo Final (1/2): LA FIRMA DEL FINAL



Falchemost entró lentamente en el Autoservicio. Tiempo atrás hubiera ojeado con miedo a su alrededor, temiendo las miradas inquietas de los presentes. Ya no. Todo el mundo se termina acostumbrando a tu a aspecto sea el que sea. Incluso si es el del un alien. Un alien buena persona.






Flachemost nació en Camerúm, una fria tarde de invierno de las de por alli. Al principio nadie reparó en su aspecto, por aquello de que era oscuro y claro, tampoco es que se distininguieran mucho los rasgos. Después, cuando creció, su padre empezó a sospechar que aquella tarde en que su mujer llego corriendo estepa a traves con una sonrisa de oreja a oreja gritando que había visto un ovni, algo más tenía que haber pasado.



Flachemost andó con lentitud, arrasatrando los pies. Al pasar por la mesa número dos un perro se revolvió entre sus piernas y estuvo a punto de caer. Un niño se tiró par acogerlo y su madre le pidió disculpas con una sonrisa timida. El alien estaba hasta las branquias de todo aquello, y se sentó en la primera mesa que encontró libre, la mesa número siete “bis”.

Resultose, en todo caso, que en la mesa si que había una persona. Se ve que la vista periférica del alien no daba para puntos centrales de visión, pero lo cierto es que allí estaba. Cualquier hombre que se hubiera preguntado sobre la identidad de aquella persona, no habria tardado en responder: era Manrri Pekarinen. Si, ese, el puto finlandés de mierda del Mundial de Curling. Ni Fachemost reparó demasiado en su presencia ni Manrri se molestó demasiado en ver quien, de manera espontánea, había decidido hacerle compañía en aquella mesa. Ambos compartían a parte del lugar, un profundo sentimiento de depresión. Fashemost sacó un pitillo de uno de sus pliegues, se dio la vuelta, alzó una de sus garras y pidió un whisky doble. Miró a través de la ventana y exhaló un profundo suspiro de pura desidia. La tarde erá gris, un gris de esos que no te dicen nada. Manrri comenzó a hablar, como si lo hiciera consigo mismo.




De Manrri solo huelga decir que el dia en que se hizo esta foto estaba jugando un partido de futbito y la camisetas e la había dejado su primo







- ¿Sabe? Ni siquiera me llamo Manrri Pekarinen. Mi nombre es Tot Capotillo. Si, como lo oye. Tot Capotillo. Mi padre me cogió a la edad de cinco años, me tiró fuerte de la oreja y me gritó “niño mierda, si quieres triunfar, cambiate el nombre. Es ridiculo. Manrri Pekarinen por ejemplo”. Ya ve, me cambió un nombre absurdo y me puso otro basado en el sonido gurutal de mi loro y la marca de palillos que él usaba. Palillos Pekarinen, si. Ah, ¡y lo de finlandés? ¡Yo no soy finlandés, dios me libre!. Soy de aquí, de este puto pais del cual parece que la gente se ha olvidado hasta del nombre. Ni siquiera se donde está Finlandia. Si cree usted que eso es poco escuche, se va a reir. No soy jugador de Curling, me contrataron de eventual para la sesión de fotos para el puto album de cromos de Jarini. Resultó que el finlandés al que le tocaba hacerse la foto huyó despavorido porque decía que él no se hacia una foto, que las fotos te arrancaban los ojos, o algo asi. Fui a por él con un arpón y en ese momento saltó la camara fotográfica. Por eso salgo casi de espaldas, claro. No se complicaron la vida y me pusieron a mi. Ya ve. ¿Quiere un final bonito para la historia? Hubo una huelga en la fábrica de Jarini, en mitad de la producción de las puñeteras pegatinas. Claro, adivine, el que controlaba la maquina que fabricaba mi pegatina, japones. Y claro, se puso a hacer la huelga a la japonesa, o sea currando el doble. Total, que al final hubo el doble de pegatinas con mi cara que del resto del jugadores juntos del puto Mundial y los frikipollas coleccionistas no tuvieron otra cosa que cabrearse conmigo porque salía mi cara siempre en sus putos sobres de putos frikis de putos coleccionistas de tonterias. Ahora voy por la calle y me tirán rocas volcanicas. No sabe usted lo que duele una roca volcánica, casi tanto como una bofetada. Me dan ganas de gritarles que se equivocan, que nunca vieron ni tan siquiera el Mundial de Curlin, que yo soy Tot Capotillo, y que no soy un puto finlandés de mierda…. En fin. ¿tiene un cigarro para mi?

Falchemost le pasó el paquete. Al escuchar la historia del falso finlandés, reflexiono profundamente. Se giró y miró vagamente. Aretha perseguía con una sarténa Hector mientras le gritaba “¡Como que vas a traspasar el local a una empresa de cosméticos!”. Pasto y Terre reían al fondo junto al servilletero parlante, AliciaTockneville se emborrachaba junto a varias de las personas que le habían hecho sonreir y llorar en aquellos días. Sonrió. Las babas que su fisonomía no podían retener caían continuamente por la comisura de los labios, aunque su comensal no parecía percartarse de ello mientras fumaba su pitillo.
-¿sabe que es lo peor? –dijo el alien mientras echaba el humo de la última calada por los orificios frontales- que todo esto va a seguir igual mañana, y pasado. Si las cosas van bien cambian rápidamente a mal. Si las cosas van mal, o no van simplemente, siguen asi. ¿O cree que esto va a cambiar, que la gente que viene a este lugar dejará de hacerlo, que estos tipos desapareceran de nuestras vidas? Este lugar seguirá aquí ahora y siempre. Pero, oiga bien, quizas eso sea la buena noticia de todo esto. Porque todo esto, al fin y al cabo, no estaba tan mal, ¿cierto?.

Manrri Pekarinen lo miró profundamente. Después torció el labio, se levantó y observó el desierto. Luego tiró la colilla sobre la mesa y cogió su sombrero.
-No te jode, y encima me toca un alien filosofo. Venga ya, hombre.
Y se fue. Falchemost no tuvo más remedio que dejar cinco monedas sobre la mesa, pagando su whisky y el té helado del Manrri, y encaminar la salida. El perro volvió a cruzarse en su camino, pero esta vez se lanzó sobre él y lo engulló de un trago. Al niño no pareció molestarle en exceso y la madre inclusó se alegró, y Flashemost se sintió a gusto. Le gustaba aquel lugar, aquella gente, aquellas historias. Y pensaba que aquello continuaría para siempre…

Pero lo que él no sabía es que justo en ese momento Hector Rocha firmaba el contrato de traspaso de local a la tienda de Cosméticos Y2J.

lunes, abril 07, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo 33. LOOKING FOR CAMARERO

Hector Rocha empezaba a arrepentirse de haber dejado morir a su camarero, y no porque se sintiera culpable de ello, la imagen de Roen agonizando en el charco de sangre aun le hacia gracia, sino porque debia de contratar a uno nuevo. Tras el éxito del servilletero-partlante-adivinador de futuro el local se encontraba siempre lleno y Aretha, cada dia mas negra por dentro y por fuera, no paraba de hacer horas extras. Asi las cosas Hector le daba vueltas a la cabeza intentando encontrar una forma para elegir un nuevo camarero. En un primer momento pensó hacerlo como la ultima vez, pidiendoselo al primero que entrara en el local aquel dia, pero luego recordó el dia que entró aquel tipo motosierra en mano y decidió que no era una buena idea, que le habia puesto todo el local lleno de sangre y no veas lo que le habia costado luego limpiar el alicatado del baño. Asi que esta vez decidió hacerlo en condiciones y puso un cartel en la puerta en busca de candidatos. Una semana despues ya habia reunido suficientes aspirantes al puesto y decidió llamarlos a todos la mañana siguiente una hora antes de abrir el local. A las 6 de la mañana y con más frio que Pingu jugando a curling con su amiga la foca, los candidatos empezaron a llegar al local que tenía las puertas cerradas. Una hora despues, a las 7, Hector llegaba dispuesto a abrir el local encontrandose en la puerta al grupo de personas: - Woowwww tio cuanta gente hay hoy con ganas de tomar café, no? Definitivamente voy a tener que contratar otro camarero.
Las miradas amenazantes de todos ellos hicieron reaccionar a Hector que se acordó por fin de porqué estaban alli:
- Vosotros venis por el puesto, no? Woowwwww tios, perdonad, no me acordaba ya. Pero porque no habeis entrado? Si esto en realidad siempre está abierto, solo pongo el cartel de cerrado para que no entren los indigentes.
Las miradas de los alli se presentes se volvieron aun mas frias, si eso era posible, mientras se iban cruzando con el dueño segun iban entrando en el local. Una vez dentro fueron tomando asiento y Hector les fue repartiendo unos papeles antes de subirse a la barra y comenzar a explicar la prueba que habia preparado para seleccionar a uno de ellos.
Buenos chicos y chicas, poneos en situacion. - Hector estaba emocionado cuando empezó a contar la prueba que se le habia ocurrido viendo Armageddon - Vamos a suponer que formais parte de una nave que va a la Luna a una mision, alli teneis que comunicaros con una base que ya está alli montada, pero imaginad que teneis un percance en vuestra nave y aterrizais en otro lugar de la luna y sin saber exactamente donde queda la base que buscais.
- Se paró para tomar un poco de agua y darle emocion a la historia y continuó:
-Una vez hecho el aterrizaje imaginaos que teneis que huir por patas de la nave que está apunto de explotar asi que teneis que coger lo que podais de dentro de la nave antes de salir. La cuestion es discutir entre vosotros cuales son las cosas que cogeriais antes de la lista que os he dado, que es lo que supuestamente teneis dentro de la nave…
Los aspirantes se miraron extrañados y echaron un vistazo a la lista que tenian delante que contenia estos elementos:
MotosierraTenedor animadoOxigenoCambiador de materiaServilletero parlanteCromo de curlingCortador de cuticulas (carisimo)AguaAlien chino
Tras unos momentos de pausa uno de ellos se atrevió a hablar por fin:
- Y esto para que nos sirve para ser camarero?
- Pues para lo mismo que sirve para ser aparejador, para nada – Respondió un segundo con una expresion de ira en su rostro.
Mientras Hector se descojonaba en la barra viendo sus caras, los candidatos decidieron que no los quedaba mas remedio que hacer la prueba, al fin y al cabo ya habian aguantado una hora en la calle para conseguir el curro. Asi pues uno de ellos empezó a decir:
- Yo lo primero que cogeria seria el Alien, que seguro que nos puede guiar para llegar a la base.
- Pero si es chino, porqué crees que se va a conocer la Luna, si seguro que no ha ido nunca, si fuera ruso tal vez.
- No fastidies, pues cogemos el cortador ese, que no se lo que es pero siendo tan caro seguro que nos sirve para algo.
- Y el agua? Lo mismo tenemos que beber algo…
- Que dices tio, si en la luna ya se encontró agua, vamos a no coger cosas inutiles, por favor.
La conversación empezó a alargarse y nadie se ponia de acuerdo, mientras el hombre con cara de ira, que no habia vuelto a hablar, se enfurecía cada vez mas hasta que finalmente se levantó dando una patada a la silla y dijo con furia:
- El oxigeno joder, el PUTO OXIGENO, panda de inúties hipoglucidos, ¿como pretendeis dar un paso por la luna sin el puto oxigeno?

Todos se quedaron callados y le miraron con miedo, uno de ellos salió del local entre sollozos mientras el resto no volvia a articular palabra, entonces Hector, que ya se habia divertido bastante tomó la palabra nuevamente:
- Ya se a quien voy a elegir - y le lanzó un delantal a una morena que habia preguntado de que jugador era el cromo de curling - El puesto es tuyo.

El resto se miraron y decidieron no poner pegas a la eleccion, al fin y al cabo con aquel culo tipo animadora de los Kings, quien no la escogeria.


By: Mugui

martes, enero 22, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo 32. LOS TRES AMIGOS DE JOHN RAPAPORT

John Rapaport no sabía, tan siquiera, si alguna vez había estado en aquel local, Realmente, no le importaba a nadie. Incluso se podría decir que ni a él mismo le interesaba demasiado el dato. Estaba allí, quería un café, y relajarse.


John Rapaport era gerente de urbanismo en la ciudad vecina. El dia anterior impulsado por algún deseo desconocido, había abandonado a su famia, su casa y su trabajo. Había cogido el coche y sin más dilación había arrancado, sin mirar carteles con direcciones o mapas. Aquel impulso le dictaba abandonar su vida y empezar algo, no sabía aún el qué. Al dia siguiente, minutos antes del punto en el que nos encontramos, aquel impulso guia le había hecho sentir que debía parar en el Autoservicio. Como siempre, no sabía por qué. Pero empezaba a sentirse enfermo.



Rapaport se sentó en la mesa número 10, la más alejada, y miró sopesadamente por la ventana. No sabía qué, pero algo de especial había alli. La camarera se acercó y él, casi sin darse cuenta, pidió agua caliente con limón. Volvió a mirar. El paisaje era desertico: ni vegetación, ni movimiento. Solo algunos coches y un par de camiones aparcados en la tierra. Mirar aquello le produjo una molesta sensación de tristeza. La camarera le sirvió su bebida y se fue sin decir palabra. Rapaport la cogió y al volverse vio que tres personas estaban sentadas junto a él, en su mesa: dos en frente, uno a su derecha.
Ni se sorprendió. Sabía que algo le pasaba, y el hecho de que tres personas que hacía tan solo un instante ni tan siquiera estaban en el local ahora estuvieran sentados en su mesa no le iba a pillar desprevenido. Aquello no tenía sentido. Lo más lógico era pensar que aquellas personas eran producto de su imaginación.

Los miró con atención. El que estaba frente a él comia pipas y dejaba las cascaras en la mesa. Parecia nervioso y no paraba de mirar por la ventana. El que se sentaba al lado de éste era un hombre joven con barba y cara alegre. Miraba a la camarera con una leve sonrisa, y parecia sentirse bien, comodo. Al Lado de Rapaport una mujer de unos cuarenta años y pelo canoso, vestida como si tuviera ochenta, cosía un jersey con motivos navideños. Ninguno hablaba. Frente a ellos había bebidas, que por supuesto, antes no estaban allí: la mujer tomaba una infusión, el joven barbudo una cerveza y el hombre de las pipas un café. Rapaport, algo molestó por el hecho de que no hablasen, dio el primer paso:

-Bueno, ¿es que no vais a decir nada?
El hombre de las pipas le miró:
-¿Y que quieres que digamos?
-No se, no os conozco
-Lo cierto – dijo el barbudo mientras estiraba el cuello para mirar a lo lejos- es que no esta nada mal este local. No lo conocía, pero tiene un ambiente curioso: es como un bar de carretera solo que… bueno, esta en la ciudad y… no hay carretera… Pero tiene algo, si.
-Este jersey es para mi sobrino –la mujer hablaba sin levantar la mirada de su tarea- cumple quince la semana próxima. Su madre me dice que es muy mayor para llevar estas cosas pero, ¿Qué le puedo dar si no? No tengo dinero, la pensión es minima, solo puedo darle lo que hago con mis manos. Y solo se hacer esto.
El hombre de la barba rió y le miró con cariño:
-Vamos, mujer, seguro que le gusta. También puedes llevarlo al cine, es lo que hacía mi abuela cuando…
-Bueno, ya está bien –el hombre de las pipas levanto la mano- A ver chico, ¿qué te ocurre?
-No os conozco, nadie de los que estan aquí parece que os este viendo, habeis aparecido de repente, de la nada.
-¿Todo eso te hace llegar a una conclusión?
-Claro.
-¿Y bien?
-Sois producto de mi imaginación. No exisitís.
El tipo de la barba rió con una carcajada alegre.
-¡Vamos hombre! Eso es muy simple. Tú crees que somos producto de tu imaginación. Veamos, si eso fuera verdad significaria… no se, que nosotros no existimos. Ni yo, ni esta agradable señora, que se llama Doris, por cierto, ni Sam, el tipo nervioso de las pipas. Y, deja que te diga, amigo mio, yo tengo una familia esperandome en casa, y soy muy conciente de ello. Si lo que tú dices fuese cierto, significaria que ellos tampoco existen. Quien sabe, quizas seas tú el producto imaginario de alguno de nosotros.
Rapaport se mesó el pelo.
-¿Quiéres decir que si yo le dijera a aquel tipo que si os puede ver, el me diría que si?
-Bueno, es más complicado que eso
El hombre de las pipas acabó su paquete. Se estiró haciendo crujir la espalda y miró fijamente a Rapaport.
-La pregunta, querido John, es si eso le importa a alguien. O más bien, la pregunta sería: ¿por qué tienes una pistola en tu mano derecha?
John Rapaport miró a la mesa. Junto a su agua caliente con limón vio que su mano derecha, efectivamente, sostenía un arma. Una Desert Eagle plateada y cargada.
-Esto no estaba aquí antes.
La mujer, que seguía cosiendo, habló:
-Bueno, hijo. Lo cierto es que la estás tocando. Estas cogiendo esa arma. No parece que sea mentirá, ¿no?
-Yo no tengo armas. ¿Para que iba a quererla?
-No se, John, pero dime, ¿no notas algo extraño aquí? ¿algo que te hace sentir incomodo?
La mirada del tipo de la barba mientras decía esas palabras iba dirigida a una mesa más alejada, la número cinco. Allí, un hombre con flequillo de roquero y patillas hasta el mentón no dejaba de mirar a Rapaport. Era una mirada seria, desagradable. Por momentos John empezaba a sentirse especialmente incomodo. ¿Por qué aquel tipo no dejaba de mirarle? Parecía como si con su mirada quisiera reprocharle algo. Rapaport evitaba su mirada pero sabía que aquel tipo seguía observandole, como si le juzgara. Una rabía interna se apoderaba por momentos de él,y aferraba con fuerzas cada vez mayores la pistola.

De pronto, el barbudo había dejado de sonrerir y la mujer de coser. Los tres le miraban profundamente, muy serios. La mujer susurró, como si fuera un secreto:
-Ya sabes lo que tienes que hacer, John.



Aretha, tras la barra, pudo observarlo todo. Aquel hombre que había pedido el agua con limón y que parecía estar hablando solo, se levantó, como endemoniado, y avanzo varios pasos. Aretha, inmóvil, contemplaba. El hombre se paró en la mesa número cinco, levantó la mano derecha y apunto con el dedo, como si llevara un arma, al asiento de la mesa, donde tampoco había nadie. De hecho, solo estaban aquel tipo y ella en el local. El hombre miraba aquel asiento con fuego en sus ojos. De pronto, el hombre hizo un gesto con el brazo y empezó a gritar de ira algo incomprensible. Hacía un gesto con el cuerpo, como si la imaginaria arma que llevaba en su mano le produjese el efecto del retroceso al disparar. Después de varios segundo, el hombre empezó a llorar y salió corriendo, haciendo un gesto con el brazo justo antes de salir por la puerta.



Aretha suspiró. Aquel local estaba lleno de locos y no pasaba un día que no ocurriesen cosas de ese tipo. Al menos ahora se encotraba sola. Se acercó a la mesa número diez para recoger el vaso de aquel tipo que, pos supuesto, se había ido sin pagar. Al llegar, trapo en mano, algo la confundió. Allí había un vaso con una infusión, una cerveza y un café. No recordaba haber servido aquello antes de la llegada del loco, pero lo achacó al duro dia de trabajó. Lo recogió todo, incluido unas cascaras de pipas que alguien había dejado amontonadas sobre una servilleta. Al llegar a la barra un reflejo cerca de la puerta le llamó la atención. Parecia… parecia… si, un arma, ¿qué demonios hacía alli?

Mientras se acercaba a la puerta para comprobar que aquello fuese cierto, pisó sobre algo humedo y casi resbaló por completo. Al mirar, un charco de sangre llenaba toda la parte baja de la mesa numero seis. Lo extraño era que el charco, a pesar de que allí no había nada, no paraba de estenderse. Cada vez más grande, cada vez más oscuro.

jueves, enero 10, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo 31. ANONIMO Y SOLITARIO

Entró en el bar casi sin hacer ruido. Vestía una larga gabardina, botas con espuelas (bastante hortera) y un sombrero que le cubría la mayor parte del rostro. Ni se preocupó por la gente del local, ni reparó en nadie, ni nadie reparó en él. Parecía ido, pero con unos ojos que mostraban una idea clara del porqué había venido a este lugar. Su larga zancada pronto le hizo llegar a la barra (tampoco es que estuviese muy lejos de la puerta) y dijo con voz ronca y autoritaria "Un ron cola bien servido, cuando usted pueda".

Se sentó en el primer taburete que encontró y esperó pacientemente a que le pusieran por delante lo que había pedido. Cuando ya vio que cerca tenía el vaso, abrió de nuevo la boca para preguntar sin buscar respuesta "¿es que a ti nunca te ha pasado?" Como no busca respuesta, pues tampoco la encontró, algo que le satisfizo y agradeció.

Como hablando con su vaso continuó:

- ¿A ti nunca te ha pasado? No creo que sea así. Yo creo que todo el mundo, me refiero a hombres, ha topado alguna vez con alguna mujer que es su ilusión y su frustrada fantasía. Esa que te desgarra el alma y que te arranca más de una lágrima, sabiendo que podrás verla, pero jamás tenerla. Esa que si un día no la ves, es como si ese día no hubiera salido el sol o no hubiese existido. Sí, será todo lo cursi que la gente quiera, pero es más cierto que que las putas lo hacen por dinero, al igual que los políticos. Esa que por una razón u otra y que por alguna circunstancia sabrás que tendrás que conformarte simplemente con saber de ella, lo que es una verdadera putada.

Sin probar sorbo alguno y sin ser escuchado, algo que no le importaba lo más mínimo, prosiguió:

- El que lo niegue es que nunca ha querido o que no tiene sueños. En fin, si todo fuera fácil, la vida no tendría sentido, ni interés. Y no te atreves a nada más por no romper el encanto o por miedo. Me rió de Sandra Bullock y sus películas de happy ends. ¡Cerdos guionistas! ¡Encima se ponen en huela! ¿Qué sabrán de la vida, escribiendo bazofias sentimentales que no lleva a ninguna parte?

Llegó el momento en el que tomó la copa y se la bebió de un sólo trago. Miró al frente y exclamó:

- Menos mal que siempre me quedarán los cubatas que son efímeros, pero al menos sé cuánto me van a durar. ¿Consuelo de tontos? Como diría un gran filósofo urbano "Alcohol... a la vez motivo y solución de todos mis problemas.



By: Litu

jueves, diciembre 27, 2007

Historias del Autoservicio. Capitulo 30. Movida concreta: PUMIYON






Greed Garrett “G.G” era uno de esos tipos que va por la vida creyendo saberlo todo. Ya con 26 años trabajaba para la prensa, mas concretamente para Mass Control Press, lo que le ayudaba consistentemente a mantener un ilustrado despotismo que hoy a sus 49 años aun conservaba. En el mundo en que se movía, Greed tenía muchos apodos; “pluma de oro”, “la voz del pueblo”, “el intrépido”…Cualquier cosa que el hiciera tenia serias posibilidades de dar el bombazo informativo, del día, del mes o del año. La gente que leía sus artículos tendía a memorizarlos para luego comentarlos en sociedad, tanto era así, que se hacia raro en el día a día de una familia cualquiera, no escuchar alguna discusión o dialogo inspirado en una de sus noticias. Sus detractores solían decir de manera frívola que Greed era como los crucifijos, nunca se sabía donde podía uno encontrárselo. Y que si ibas a hacer algo malo o escandaloso debías primero llamar a la prensa, para no darle a Greed la exclusiva. En definitiva, podríamos decir que Greed, era el periodista “chismoso” del siglo.
Tiempo al tiempo Greed recibió un chivatazo de uno de sus contactos habituales a este lado de la ciudad, Hill Sobed. Durante una conversación entre ambos Hill informo a Greed sobre un hecho inaudito: Al parecer en algunos restaurante y locales de la ciudad se estaba empezando a comercializar un producto vendido dentro de la categoría del marisco, pero que según Hill no era tal cosa, parte de esta conversación ocurrió así:

−Te lo digo en serio Greed, no es marisco.

Sorprendido por la noticia que podía estar perfilando su confidente, Greed, libreta en gabardina, decide ir personalmente a un autoservicio de los mas famosos en este lado del planeta para comprobar por el mismo la veracidad de esta noticia, que de ser cierta, buen partido le reportará…a nosotros, nos reportará el partido…digo, la noticia.





Greed acababa de dejar su gabardina a su derecha sobre el asiento. Antes de sentarse miro a ambos lados como quien espera para cruzar la vía. Todo parecía “normal” para el, quitando al hombre del hombro cubierto de pelos de mono gris, que podría estar detrás de un negocio ilegal de trafico de animales protegidos. O, a la señora mayor que disimuladamente alimentaba con unos palillos chinos a un luchador de sumo tatuado con motivos navideños, para Greed, posibles victimas de un negocio ilegal de acompañantes de lujo. Pudo haber dedicado su valioso tiempo a investigar tales cuestiones, pero ¿ya sabemos por que había venido?, ¿no?

Espero a que pasara cerca suya para levantar con elegancia la mano derecha, mostrando un caro de reloj de imitación para llamar la atención de la camarera.

− ¿Y tu qué quieres? − Preguntó amablemente la camarera.
−Quisiera la carta, por favor − Respondió Greed con una ensayada sonrisa de caimán.
−No nos queda. Tendrá que comer marisco. − Replicó ella.
− ¿Marisco? Estupendo, pero… ¿Qué marisco están sirviendo?
−Pumiyon
Al escucharlo, Greed, que no pudo evitar reírse, quiso pronunciar una frase sin suerte alguna.
−Oiga amigo, si va a cachondearse de mi, sepa que puedo hacerle tragar una hoja de reclamaciones y hacérsela cagar rellena y limpia. − Advirtió molesta la camarera. Greed que no había terminado de reír se apresuró a resolver la incomoda situación − Si, si por favor tráigame usted el pumiyon. Gracias.

Todavía entre risas, Greed advirtió como un hombre de extrema delgadez y con atuendo de faquir trataba disimuladamente de llamar su atención:

−Ehhh. Tssssssss… ¡TX! ¡Usted! ¡El periodista famoso! − Greed lo miró arqueando su ceja izquierda.
− ¿Me habla a mí? − Le pregunto el
−No, estaba hablando al servilletero. Pues claro idiota, escuche…Le he oído pedir Pumiyon, ¿si?
−Si
− ¿Va usted a comerlo? − Antes de contestar, Greed lo pensó.
−Supongo…
−Si no lo acaba, ¿Le importaría pasarme los restos? − Greed, que podía oler una “fuente” como un perro policía el trasero de un marroquí, acercó su culo al del otro hombre sin levantarlo del asiento, para hablarle en un tono más confidencial.
−Yo le daré encantado los restos, pero dígame, ¿esta muy rico ese…”Pumiyon”?
− ¿Rico? claaaro, como los pezones de la Hilton amigo. Yo he recorrido 80152 kilómetros solo para venir aquí a comerlo.
− ¿Esta de broma? ¿Me esta diciendo que ha recorrido 2 veces la tierra en línea recta?
−No, no solo una vez, en monopatín, pero le faltaba una rueda delantera. Nono hombre solo bromeaba. Vivo aquí al lado, el traje de faquir me lo prestó mi cuñado. Es que como estamos en navidad…ya sabes.
−Ssss…si
−Pero le diré algo. El Pumiyon lo traen del caribe. De Haití. Es un marisco muy “especial” ¿sabe?, según e escuchado, lo tomaban los hechiceros que hacían budú.
−Interesante. OH discúlpeme, parece que ahí viene mi Pumiyon.
−Claro, claro como no − Y Tras disculparse, Greed volvió a su posición original.

La camarera, puso sobre la mesa lo que Greed había pedido. Una jarra de medio litro que contenía en el fondo un extraño líquido blancuzco, parecido al esperma de ballena. Sobre este había una capa de dos o tres centímetros de algas de extraños colores. Antes de que lo hubiese siquiera tocado, un humo que emanaba de la jarra cobró la forma de un esqueleto que bailaba como jamiroquai si se hubiera electrocutado, o eso parecía.

−Es el Pumiyon amigo − Comentaba el hombre del traje de faquir. Geed se dispuso a coger la jarra, pero antes de que lo hiciese, el hombre sentado a su lado, volvió a comentar:
−De Haití
−Ya, ya − Greed se dio unos segundos antes de proponerle a aquel hombre lo siguiente:
− ¿Qué le parece si hacemos esto? Usted se comerá mi Pumiyon por mí, y si le gusta, se lo regalaré y pediré otro para mí.
− ¿Es que tengo cara de pederasta?
− ¿Qué?
−Pues lo soy, pero no pienso comerme eso, por que una cosa es ser un pederasta inglés vestido de faquir y otra muy distinta estar loco.
−Olvidelo − Sin querer prestar más atención a aquel hombre Greed agarró la jarra y se la llevo a la boca.
− ¡Alto! ¡No lo haga! Si lo bebe, ¡harán budú con usted!, ¿¡Es que no lo entiende!?
− No, no lo entiendo y si no deja ya de molestarme voy a hacerle chantaje al ministro de exteriores para que lo deporten a Nicaragua − Contestó notablemente indignado Greed.
− Siempre he querido ir a Nicaragua en navidad.
Greed lanzo una mirada al hombre haciendo juego con ambas cejas a la vez para parecer más intimidante. Luego se puso de pie y volcó el contenido de la jarra de un solo trago en su gaznate para acto seguido volverse a sentar y eructar con fuerza.
− ¡Ya esta! Lo he hecho, he tragado el Pumiyon.
−Esta loco, se lo advertí y no quiso escucharme, ahora harán budú, ¡budú con usted!
−Mire como tiemblo − Aprovechando que la camarera pasaba cerca, Greed la llamó.
−Oiga, seria tan amable de darme otra mesa, es que este hombre no a parado de molestarme.
− ¿Y que vas a hacer con la mesa? ¿Pegarle?
− ¿Sabe que? Olvídelo, tráigame ya la cuenta, no aguanto más

La camarera fue caminando a pedir la cuenta, dejando ver su trasero en forma de hemisferio contonearse al ritmo de los tambores de guerra; un, dos, un, dos…
Al regresar, le trajo a Greed la cuenta en la que figuraba una cifra desorbitada que ni siquiera un bolsillo VIP como el suyo se podía permitir.

−Oiga señorita, que es esto ¿La cena de los 5 continentes? Yo no tengo este dinero
−Pues entonces, tendremos que denunciarle.
− ¿Qué? No, no espere….espere, tengo una reputación, usted no…no puede hacer eso
− ¿Quiere apostar?
− ¿Es que no hay ninguna otra forma en la que podamos solucionarlo? Quizás usted y yo…
−Mira, el Pumiyon es un producto nuevo y quitando es escaso beneficio estandarizado para la comunidad hostelera, todo lo demás se lo debe usted al distribuidor, así que si lo habla usted con el…
−Perfecto, perfecto − Y Greed se puso a buscar nerviosamente con la mirada a…
− ¿Quién es?
−Es aquel hombre negro, que tiene la cara pintada como en un video clip de Prodigy
−Ahhh, gracias…iré…a hablar con el − Y sin perder mas tiempo, habiéndolo identificado Greed se sentó en la misma mesa que el peculiar tipo que estaba guiñando el ojo al otro hombre vestido de faquir y que curiosamente, ya se iba. Ya junto a el:
−Oiga amigo, es usted el distribuidor del Pumiyon.
−Sep y déjeme adivinar, no tiene usted dinero
−Me temo que no, pero por favor no me denuncie, haré lo que me pida.
Y metiendo la mano bajo la mesa el distribuidor saco una maleta usada en la que se podía leer “Dont Worry, Be Slave” y se la entregó a Greed, para añadir:
−Aquí tiene; kilo y medio de algodón prensado, 780 remiendos de saco de maíz estándar, hilo, un juego de agujas, y témpera fluorescente…
−Espere, espere. ¿Qué voy a hacer yo con todo eso?
−Budú, hará usted budú…vera vamos a comercializar el producto del Pumiyon en McChorras y ya sabe como son ellos con la promoción, el marketing lo es todo. Necesito tener listos 10 centenares de muñecos Pumi-Budús para la semana que viene, así que le parece si usted los confecciona, salvamos a un par de niños de Camboya y arregla usted su deuda.
−Si, gracias, gracias me pondré de inmediato
−Si pero no lo haga aquí, podrían copiar nuestra estrategia comercial y no queremos eso ¿verdad? He hablado con Héctor el dueño del local, le dejara el aseos de caballeros para confeccionar los muñecos, hemos rejado la ventana del lavabo así que no haga ninguna estupidez, que yo no le haya pedido
−Si, si − Asintiendo a la par que se desplazaba hacia el excusado, el distribuidor añadió:
− Y date vida.
By: Josss

viernes, diciembre 14, 2007

HISTORIAS DEL AUTOSERVICIO. Capítulo 28 y 2/3: Judith no es un nombre de tango.

Judith Cháves entró en el autoservicio a media tarde, sabía qué esa era la hora en la que Héctor siempre estaba en el local, ya que era su “momento clever” como a él le gustaba llamarlo. Siempre se le erizaba un poco el pelo al entrar, como con una especie de escalofrío. “Los malos recuerdos…” intentaba autoconvencerse siempre, pero en el fondo, una recóndita parte de su cerebro sabía que lo echaba de menos, ese ritmo frenético, esa gente tan rara, ese dueño tan loco y tocarse mucho el higo, con perdón, cobrando muy bien.

Ella fue camarera del autoservicio hace mucho tiempo, llegó a conocer al antiguo dueño y el antiguo local. Pero lo dejó por implicaciones sentimentales con un cliente un poco maníaco persecutorio, cuyo nombre no podía recordar por su difícil pronunciación. Tuvieron una historia de amor de flechazo, de ése que en cuánto se cruzan miradas se ve venir ya lo demás, de ése que incluso te agobias pensando en que jamás encontrarás otra persona más adecuada para ti, de ése que te vuelve imbécil perdido y haces cosas que no harías con la gente que no te importa una mierda (curioso esto del amor, sí)

Pero en cuánto ella le comentó que tenía pensado ir de misionera al Amazonas para ayudar a los pobres indígenas a no limpiarse el ano con ortigas, él pasó de ser un mindundi (su mindundi) a convertirse en lo más parecido a Ramón García puesto de cocaína, un pesado que te cagas. Dejó el autoservicio y él comenzó a mandarle kilos de rosas empaquetadas al vacío con una nota que jamás encontrada ni buscada entre las espinas; siguió el particular acoso mandando tunos bajo su ventana para que le cantaran la del lunar en la nalga (¿o era en la mejilla?); cuándo se dio cuenta de que los tunos no funcionaban, mandó unos mariachis…y más tarde al grupo El Sueño de Morfeo, lo que le costó a la pobre muchacha una orden de alejamiento de los vecinos y un forzoso traslado. Y es que una cosa es armar ruido y otra cosa es ya lo del Sueño de Morfeo. Ya que tu marido cobra 40 millones de euros al año (como se han encargado los medios de grabarme a fuego en la mente), podrías dejar de trabajar y así descansas tú y los oídos de todos los desgraciados que hayamos tenido que oírte alguna vez.

Desahuciada, la pobre Judith pensó que así, al menos, no sabría dónde mandarle más músicos de mierda. Pero claro, él comenzó a perseguirla. Parecía un Batman cutre, sin los músculos. Sabía siempre dónde estaba, aparecía por las esquinas oscuras reclamando amor. Así que ella, sin ningún tipo de explicación, cogió camino y se fue al Amazonas dónde vivió experiencias inigualables y le picaron muchos bichos distintos, provocándole ronchas multiformes y multicolores, cuales cereales de avena con colorines pegados a la piel.

Y ahora ha vuelto, no tiene ni una moneda ahorrada y como lo de ser voluntario es, como su propio nombre indica, para pobres (los ricos hacen másteres)…decidió pasarse a pedirle a Héctor Rocha dinero atrasado, cosa que había hecho ya varías veces antes de irse de viaje a la selva y siempre había colado.

Al entrar vio a Héctor en la barra tirándose pedos sobre los fogones de gas con la llave de paso abierta (momento clever). Al dirigirse hacia él, observó el pedestal dónde se encontraba el pobre servilletero vidente, y al mirarlo de cerca, sintió que los ojos de ese servilletero le resultaban familiares…muy familiares…y de repente…recordó el nombre que llevaba buscando desde que pensó en volver a aquel psicodélico autoservicio. Entonces, espetó con una voz temblorosa, entre miedo, regocijo y ganas de cagar atrasadas:

- ¿¿¡¡ Hertems ??!!

Hertems, que estaba un poco traspuesto ya después de 10 días diciendo gilipolleces a todo el mundo, también se sobresaltó al verla y dijo:

- ¡¡¡ QUE ME ASPEN !!!

Judith Chávez fue campeona del mundo de tamaño de espalda en Córcega, subcampeona de waterpolo con la selección de Chile en el hotel Hesperia de Chicago y tercera en el Tour de Francia femenino de doping sin pastillas internacional. Quizá por eso sus hormonas andan algo alteradas. Ella está cansada de desmentir su transexualidad, aún a pesar de que la duda sigue estando, cosa que nunca se explicó. Siempre fue una chica (o no) solidaria y ha dado más de tres vueltas al mundo yendo a distintos lugares arreglando problemas que, al fin y al cabo, se hubieran caído por su propio peso; pero ella disfrutaba mucho conociendo nuevas culturas, aunque tuvo un problema diplómatico al estrangular a un indígena del Amazonas en su último viaje al levantarle el guarrete la bata de voluntaria mientras gritaba "ula jsuse paketon" (que viene a significar: yo creo que ésta tiene rabo) Le atraían los inventores; quizás por eso estuvo con Hertems, o quizás porque nadie más quiso estar con ella. Nunca lo sabremos, o sí.

martes, diciembre 11, 2007

HISTORIAS DEL AUTOSERVICIO. Capítulo 28 y 1/3: Los peores 10 días de mi nueva y metálica vida

Día 1

Cuando todos terminaron de reír la gracieta de Pasto y Terre que, muy ingeniosamente, le hacían ver el lado bueno de ser un servilletero al pobre Hertems, la gente fue saliendo lentamente del autoservicio ya que aquello apestaba a una mezcla de gasolina, triskys pasados de fecha y restos de pino infestado de procesionaria. Aparte, claro está, que la imagen de un sitio con charcos de sangre que ni en Kill Bill oiga, como que no se prestaba mucho al consumo. (Ver capítulo 13, tercera parte)

Hertems, intentando hacerse a la idea de cómo sería su nueva vida, decidió salir también. Le dijo a Stefanep que le cogiera y se lo llevara a su casa. Stefanep puso cara de haberse comido una guindilla roja mojada en salsa de churrasco, y le respondió:

- ¿A mi casa tío? No, no, no… ¿cómo quieres que le explique lo tuyo a Ono? Llevo viviendo con ella un mes, creo que es la chica de mis sueños y ¿pretendes que llegue con un servilletero parlante? ¿Qué clase de persona pensaría que soy?
- Pues Stefanep, pensaría que eres una persona lo suficientemente honrada como para ayudar a UN AMIGO al que, con perdón de la expresión, le has jodido la vida – dijo Hertem
- ¡AH, acabáramos! Así que te he jodido la vida… ¡Te la he salvado, Hertem! ¡Estabas medio muerto, despedazado! ¡Tendrías que besarme los putos pies con tus grises y deslumbrantes labios metálicos y dejar de pedirme favorcitos, qué ya tienes una edad, coño! ¡Anda y que te den!

Y Stefanep se fue. Sin más. Ni corto ni perezoso, se largó dejando atrás los insultos de Hertem a grito pelado (insultos muy académicos por otra parte, como zopenco y bellaco) Atraído por estos gritos, se acercó Rocha:

- ¡Woooowowowowowowow! ¿Hablas?...



Día 4

Héctor Rocha estaba MUY loco, pero no se puede negar que tenía un don para el marketing. El autoservicio cerró un día para limpiar por completo (o al menos, limpiar sangre y vísceras, que eso como lo dejes se reseca y ni con Cillit Bang oiga). Al tercero, como Dios pero en cuatro días menos, descansó. Y al cuarto, reabrió con una gran novedad que se encargó de publicitar con unos grandes neones que le costaron una pasta; éstos rodeaban el autoservicio y rezaban textualmente: “El hombre-servilletero te leerá el futuro si te bebes un chupito de licor de Craken egipcio WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOW. No se admiten reclamaciones en caso de incumplimiento ya que el destino no existe y el futuro fluctúa por tus estúpidas decisiones diarias. Un saludo Mamá”




Día 7

Al lado de la máquina musical que provocó la crisis nerviosa de Chris Stockholm, había situado Rocha a la nueva atracción: Hertems. Estaba en un pedestal de acabado jónico-corintio comprado en el chino de al lado, rodeado de luces de navidad ya que el presupuesto de Rocha se acabó con la columnita y tapado por un cristal a modo de campana, que me gustaría decir que era cómo el que tapa los donuts en todos los autoservicios de las películas, pero no diré que era cómo ese porqué era exactamente el mismo que los cubría hace menos de una semana. Ahora los donuts estaban a la fresca y, curiosamente, esto junto a la presencia del “vidente” hizo que aumentaran los beneficios. La gente siempre fue gilipollas, en resumen.



Día 10

Hertems, bastante explotado y bastante hasta los cojones también, tenía claro que tenía que huir. Lo que no tenía tan claro era cómo. No podía moverse, no podía convencer a nadie de que estaba atrapado allí (¿Ustedes harían caso a lo que les dijera un servilletero? ¡Pues imagínense como se la suda a todos lo que les cuente un servilletero vidente!) Sólo podía esperar mientras daba absurdas predicciones a todo tipo de gente: A un japonés le dijo que en cuestión de unos quince años, los aliens serían la raza dominante y no tenía que preocuparse por el suyo, qué jamás le traicionaría pero las relaciones sexuales costarían. Le predijo mucho mal a Pasto y Terre en sus vidas y en la de sus familias cuándo vinieron a preguntarle si tenía un boli, ya qué papel le sobraba. También vió desde allí a Stefanep, que le miraba desde lejos con cara mezcla de pena y de “jódete capullo, haberme dado las gracias” mientras tomaba café irlandés y croissant francés con su novia japonesa Ono Yoko que iba vestida como una renacentista inglesa en plena época de esplendor de la ópera italiana. Otras que pasaron por el mal trago, nunca mejor dicho, del chupito de Craken egipcio fueron Alicia Tockneville y Virginia Fox, que querían saber si Sinfosio y Pulkino iba a sacar una nueva línea de desodorantes vaginales, a lo que él respondió que eso no existía, o al menos no lo había visto nunca, aunque también era verdad que pocas vaginas había visto Hertem(y no digamos olido) …Hasta Gustav Pliennette, el hijo de Rossetta, se acercó después de haberse llevado desde el primer capítulo de autoservicio sin venir, para preguntarle que marihuana sería la que triunfaría este año en el concurso de la revista “Ciego gordo”, referencia en Holanda acerca de cultivos psicotrópicos. Hasta la tele se pasó por allí, pero Rocha nunca dejó entrar una cámara ya que creía firmemente en la tradición Masai, que dice que las cámaras captan el alma de la gente y se la roba. Y estaba la cosa cómo para que le robaran el alma. Así se lo hizo saber desde la puerta, mientras les tiraba ajos, pepinillos, bocatas mordidos de tortilla y hasta un microondas, para que así pudieran purificar su alma

Pero hubo una visita que cambió el destino de Hertems…la visita de Judith Chávez.

viernes, noviembre 30, 2007

Historias del Autoservicio. Capitulo 27. OCHO DEDOS EN EL VASO

Héctor Rocha lo tenía meridianamente claro: había que echarlos, o al menos, preguntarles el porque de su presencia aún en el local. Era inadmisible todo lo que estaba ocurriendo. Asi que, llegado cierto día, sin preocuparse demasiado por las consecuencias de tan arriesgada actividad, decidió que era hora de saber que demonios pasaba. Asi que cogió una mesa de madera circular semi-plegable del sotano del Autoservicio y la situó en el único espacio decentemente espacioso del local, justo al final, cuando acababa la barra, delante de los servicios. A su alrededor colocó todo utensilio capaz de soportar culos cansados: taburetes, sillas plegables de playa, un par de cajas de transporte de Care-Taker y un amplificador de acordeón que nadie sabía que demonios hacia allí.

Hecho todo esto, tocaba llamar a los comensales de tan tenebrosa reunión, aquellos que debían traer a los muertos, y era importante decidir quien asistiría a aquella cita. Se iban a tratar temas demasiado serios alli, y elegir era fundamental.

Hecha las llamadas, solo tocaba esperar. El primero en aparecer fue Pasto, que llevaba una semana sin masturbarse por la depresión que el final de su última cita le había ocasionado. Al poco tiempo entró Bipeter, con los ojos medios enloquecidos por el Sanax, y un montón de cromos del Mundial de Curling en los pantalones. La tercera visitante fue Alicia Tockneville, que aún creia escuchar voces de niños cuando pasaba cerca de las guarderias. Stefanep, el hombre de las idelogoías, entró precavidamente y evitó a posta la mirada de odio de su amigo Herbs Troms, ahora convertido en servilletero. Moody Ford, el hombre que se parecia al agente Smith tambien hizo acto de presencia, entrando justo después de Terre, que aun conservaba puesto su uniforme de la hamburguesería. En último lugar Aretha, que entró refunfuñando algo sobre que ya pasaba más horas dentro del puto local que en su casa. Todos tomaron asiento y esperaron silenciosos a que Hector empezase a hablar. Éste se levantó, carraspeó seriamente, y comenzó:

-Wooooo que de peña ¿no? Lo llego a saber y llamo a unas putis y ¡ala ala ala ala fiesta!. En fin, os he traido porque últimamente estan pasando cosas extrañas en el local. Cristales que se empañan cuando hace calor, taburetes que se caen solo con el viento, cosas que cambian de sitio… en fin chavales, ya sabeis a lo que me refiero.
-¿Esquizofrenia? –preguntó Stefanep levantando timidamente la mano- ¿estás enfermo?
-Esto no es un puto concurso macho, si no sabes la respuesta, pues te callas. Fantasmas, cojones, la respuesta es fantasmas. Hay malotes muertos por aquí, y me estan tocando los cojones.
Pasto se recolocó las gafas.
-¿Pero hombre, que fantasmas podrían venir a molestarte aquí, al culo del mundo?
Hector se tiro del pelo y empezó a arrancarse mechones y a tirarlos al aire como si fueran confeti.
-Pero hombre de dios, ¡aquí ha muerto gente! ¿O es que ya no recordais aquel tipo de la sierra y su matanza?
-Ah, es verdad.
-No me jodais, tengo aquí apuntado los nombres.
-¿Por qué has apuntado los nombres en el lomo de un gato muerto? – preguntó Terre.
-¿Por qué te afeitas la perilla como un mariquita si Dios sabe que te gustan solo las pelirrojas?
-¿Lo que?
Bipeter empezaba a darse cabezazos contra la mesa, astillandola.
-Nada. Sigamos. En el plazo de escasos días han muerto en este local las siguientes personas: el suicida Pelele, Stockholm, James del Rosario y nuestro querido camarero Röen. Uno de esos cuatro cabrones o todos ellos son los que estan viniendo aquí a joder. Pues bien, quiero que hagamos una Guija.
Stepfanep volvió a levantar la mano.
-No se escribe asi.
Todos se volvieron para mirar extrañados al espigado hombre de gafas. El mismo Stefanep, después de meditarlo seriamente, cocluyo que aquello no tenía ningún sentido y propuso que continuaran.
Después de explicar las reglas del juego ( ya sabeis, si comes ficha sumas veinte y si cabreas a un muerto te persigue toda tu vida hasta que te casas, que entonces ya no te hace falta), éste comenzó.
La noche inundó el local con su oscuridad, la niebla que poco a poco se había posado en el exterior pareció indicar que ahora, en ese momento, solo importaba lo que alli dentro sucediera. Era como si, tan solo por unos instantes, el mundo hubiera parado en su locura diaria para fijarse en ellos, en aquel momento, en lo que alli tenia que pasar. Los dedos se posaron en un vaso de cristal, ocho dedos correspondientes a ocho personas que en ese momento empezaban a sentir cierto cosquilleo subiendo por sus espladas. Era el frio. Una ventana no estaba bien cerrada.
Hector gritó:
-¡Oh, fantasma… o fantasmas, acudid a nuestra llamada, venid y responded, haceos notar!
-Vaya discursito –comento Moody entre dientes.
-¡Os invocamos aquí y ahora para que deis respuesta a nuestras preguntas!
El vaso empezó a moverse entre los gritos de exclamación de los alli presentes. El vaso se movió entre las letras hasta formar la palabra “Vale”. Alicia preguntó:
-¿Estás muerto?
El vaso, punto de unión de los ocho dedos, se movió de nuevo. Terre leía mientras las palabras iban formandose.
-S... si…hija..si. N..no te… jode.
Aretha arqueó las cejas.
-Nos ha salido chulo el muerto.
Hector decidió que era hora de acabar con las estupideces y saber, por fin, quien coño estaba molestando en su local. Hizo callar a todos, suspiro profundamente, y pregunto.
-¿Quién eres?
-Me… l..lamo… Mann…rri.
Bipeter abrió exageradamente los ojos y su labio inferior empezó a temblar. Hector, extrañado, preguntó de nuevo.
-¿Y quien coño eres? Woooo, igual estoy flipando, pero no recuerdo ningún Manrri.
Terre agudizó la vista, el vaso ahora se movía con gran rapidez, la tensión se respiraba en cada aliento.
-S..soy Man… rri. Manrri P..Peka...
-¡ostia! –grito Bipeter saltando del asiento. Todos le miraban sin entender nada. Estaba realmente nervioso. Terre siguió leyendo lo que el vaso indicaba.
-Soy Manrri Peka.. rinen. Soy Manrri Pekarinen.
En ese instante Bipeter se levantó tirando el taburete al suelo y cogiendo aire de donde no había, las venas hinchadas, mirando al techo, gritó:
-Nooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo.
Y salió corriendo mientras se desgarraba las ropas y engullia todos los sobres de cromos sin abrir. Los demás, después de unos instantes de quietud, fueron poco a poco recogiendo todo y abandonando el local. Los últimos fueron Pasto y Terre. Este último, justo antes de cruzar la puerta se giro hacía Hector y le comentó, amargamente:
-Quén lo iba a decir ¿eh?. Que el fantasma cabrón de tu local iba a ser el puto finlandés de mierda del Mundial de Curling.

miércoles, noviembre 28, 2007

Historias del Autoservicio. Capitulo 26. UNA CITA SILENCIOSA

Despues de ver por millonesima vez El Señor de los Anillos, las tres pelis seguidas y en version extendida, Pasto habia sufrido un ataque de nostalgia, no sabia si era por el atracón de palomitas, el subidón de azucar de tanto Care-Taker, o el ver a los hobbit retozando en la cama en la ultima escena de la pelicula. El caso es que ahora que intentaba pasar por una persona respetable echaba de menos esa vida friki que solia llevar, y aquellas conversaciones por chat sobre Star Wars, Star Trek, Star Cuatro o cualquier otra saga milenaria, con gente con una vida tan vacia como la suya. Asi que al acabar la peli decidió entrar en uno de esos chats y allí, mientras discutía sobre la condicion sexual de Sam y Frodo, la conoció.

Ella habia entrado como todas las noches en su chat favorito, alli trataba de alejarse lo mas posible de su solitaria vida, y no por falta de pretendientes, a quienes solia espantar una y otra vez a causa de su carácter reservado. Aun asi aquella noche habia conocido a alguien y decidió darse una nueva oportunidad quedando con él.

Pasto se encontraba en su mesa habitual del Autoservicio, habia decidido quedar con la chica del chat en un sitio conocido para sentirse mas seguro, aun asi sus piernas le temblaban y sin darse cuenta estaba pensando en voz alta:

- Espero que sea una tia de verdad, que en los chat nunca se sabe. Su nick al menos era un nombre de chica en élfico, espero que no sea un fricorp maricón al que le pone Legolas y su arco. Parecia inteligente, y tambien le gustaba el manga, ojalá se parezca a Bulma…

- ¿Bulma? – Hector Rocha que pasaba por su lado en ese momento le habia escuchado y decidió meterse donde no le llamaban, como siempre – Wowww tio que buena estaba el dibujo animado ese, y el capullo de Yamsha no era capaz de ligarsela nunca, y mira que la serie era larga, que pringao, jajajaja. Oye si algun dia estás necesitado que sepas que en el cuartillo tengo guardada una muñeca, si tio de esas hinchables, y tiene los ojos grandes como todos los putos dibujos japos, ademas le he pintao el pelo de azul, asi que si quieres una sesion de hentai, ya sabes.

- No, no - contestó rapidamente Pasto, quien se maldecia de que le hubiera escuchado el colgao del dueño - Hoy estoy servido, otro dia.

Mientras Hector dejaba en paz por fin a Pasto, ella hacia su entraba en el autoservicio. Se quedó en la puerta y echó un vistazo a todas las mesas buscando a su cita. Le había dicho que estaria sentado en la mesa cuyo numero era el segundo del codigo de Perdidos y llevaria una camisa color coral. Ella llevaba las mechas blancas como Picara y su anillo colgado al cuello. Cuando por fin le vio éste estaba girado y miraba con mala ostia al dueño del local que se alejaba de su mesa mientras cantaba a grito pelao “Vamos con afan, todos a la vez…”. Ella se acercó a la mesa y esperó en silencio mirandole fijamente mientras esperaba a que se volviera.

- ¿Y tu que miras, pu…? – Pasto todavia alterado se quedó callado de repente dandose cuenta de que era la cita que estaba esperando. Viendo que habia metido la pata se levantó rapidamente para saludarla como un caballero, pero tan torpemente que le tiró el café encima.

- ¡Mierda! Espera que cojo unas servilletas y te seco. – Pero cuando fue a coger el servilletero de la mesa, éste le miró con mala cara y no se atrevió a cogerlo asi que fue hasta la barra a pedir un trapo, y alli se encontró nuevamente a Hector.

- Wowww tio, ¿has venido a por la muñeca?

- Que no joder, que solo quiero un trapo

– Pero Hector ya se habia metido dentro y no le escuchó. Asi pues Pasto decidió meterse en la barra y pillar un trapo él mismo. Volvió a la mesa en busca de su cita que seguia sin decir nada y estaba a punto de irse. Le dio el trapo y la convenció para que se sentara. Parecia que por fin la cosa se tranquilizaba y podia empezar a hablar con ella cuando vio a Hector acercarse con una muñeca de pelo azul.

- Aquí te traigo a “Bulma”, espero que la disfrutes.

- Noooo, noooo, nooooo ¿Por que a mi? ¿Por queeee? – Pasto empezó a llorar desconsolado dandose cuenta como una vez mas habia fracasado en una cita. Ya fuera por su culpa o por la de sus conocidos que se las espantaban, el caso es que nunca triunfaba. Mientras, ella se alejaba silenciosamente pensando: “Está claro, hay dias que es mejor no hablar”.


By: Mugui

lunes, noviembre 19, 2007

Historias del Autoservicio. Capitulo 25. UN FINAL DE PELICULA

Mientras Héctor lavaba unos vasos y contemplaba la lenta agonía de Roën, pensó en qué era lo más adecuado en ese momento: si seguir impasible ante la posible muerte de su subordinado; si echarle una mano para intentar salvarle la vida o, simplemente, si seguir pensando en sí mismo y en las miles de ideas que se le venía en la cabeza a cada momento. Finalmente y por desgracia de su “amigo” optó por lo tercero. Continuó lavando algunos vasos mientras su mente vagaba ajeno al sufrimiento de su camarero y ajeno al mundo en general.

“¿Y si todo lo que ocurre aquí lo escribiese como novela o como guión para una película o para una serie? ¿Tendría tirón? Bah, ¡que de tonterías tengo!” se dijo a sí mismo. “Pues yo creo que no lo es tanto” se contestó.

“A ver…. Lo primero una cafetería perdida y una cafetería como cualquier otra como epicentro de todas las historias no sería algo original. ¿Cuántos bares como éste habrá por ahí? ¿Y qué cuento? Un camarero que lleva un establecimiento y ocurren cosas… Pssssssss, no tiene ni pies, ni cabeza. Luego, los personajes. La censura entraría de lleno ¿Por qué siempre la camarera negra es la desgraciada sin modales y maleducada? ¿Qué pasa que los blanquitos somos siempre los buenos, los educados y los que cuando nos peemos huele mejor? Después, un menda que se convierte en servilletero, otro que desaparece, un loco que habla y que capta la atención de todos y se difuye en el ambiente… ¿Pero qué me estás contando? Es como si ahora el mierda esté que ya no le queda un suspiro se recuperase tal como si nada y para adelante. No es creíble. Cierto es que hay muchos frikis y muchos colgaos a los que esto les molaría, pero nadie apostaría por el proyecto, pero Héctor todo es arriesgarse tío. Cuando me hice con este tinglado aquí nadie daba un duro, pero mírate: no es que puedas limpiarte el ano con billetes, pero tampoco pasas fatiga. Y clientela nunca te falta. Me estoy yendo del tema… ¿por dónde iba? Mmmmmmmmm, ah, sí… por los personajes y sus historias… Luego, Roën que es medio asesinado por un cortador de cutículas ¿eso en qué cabeza cabe? Volviendo a los prejuicios ¿por qué las dos que se sientan a charlar son dos mujeres las que critican sin parar y ríen al ver el sufrimiento de otra gente? ¿Por qué? Los sectores feministas no me lo permitirían…Creo que si esto triunfa, es porque ocurren muchas desgracias y la gente necesita ver a otra gente más desgraciada para sentirse así felices, los infelices. Otro ingrediente para el éxito es cuando lo del tío de la sierra mecánica.. bufff éxito asegurado, violencia por violencia sin discreción ¡que gozada!”

A Héctor ya se le habían acabado los vasos que fregaba, pero seguía con las manos llenas de jabón y con el agua corriendo, ensimismado en su monólogo, mientras Roën le pedía con ojos débiles y vidriosos que le tendiese su mano que él creía amiga, pero que no encontraba en este momento. Algo que no pareció entender Héctor o que ni siquiera se dio cuenta porque seguía con su retahíla mental.

“Vale, supongamos que me lo acepta alguien… ¿De dónde sacó la pasta para producir, porque ellos me darán cuatro míseras perras y con ello tendría que buscarmelo todo? Y con lo que me ha costado levantar esto no es como para tirarlo todo por un capricho… pero ¿y si triunfo? Me hago de oro, de oro chaval!!!... Bah, no caerá esa breva. En el fondo me la pela. Ni siquiera sé porqué estoy pensando esto, ni porqué habló sólo. Pobrecito Roën, pero se va a tener que joder porque yo no sé medicina y odio hablar por teléfono. En el fondo prefiero que muera porque nunca he sentido lo que es perder alguien conocido y me gustaría sentir esa pena. Sería pena e irresponsabilidad porque lo estoy dejando morir como a un perro que atropellan en la carretera, pero yo creo que ese era el final que el destino le tiene escrito. Vaya muerte humillante”

Efectivamente, tras pensar esto Roën exhaló y sus ojos se cerraron lentamente sobre su propia sangre. Héctor lo miró con total indiferencia, se secó las manos, se santiguó por costumbre y exclamó…

- Al final no revelaré al mundo lo que aquí suele pasar. Que vengan y consuman.



By: Litu