martes, septiembre 05, 2006

Historias del Autoservicio; Capitulo 11: NOSTALGY DAY

Virginia Fox quedó sorprendida cuando justo en el instante en que entraba el en autoservicio chocó con una mujer cuya cara reconoció enseguida: Alicia Tockneville, amiga desde la infancia y compañera de muchos de los grandes momentos que guarda en su memoria. Aun asi hacia ya varios años que no se veian.
-¡Eh! ve con más cuidado...
-¡Estupida! si eras tú... ¡Virgina!
-¡Alicia! No me lo creo, ¿es posible?
-Cuanto... cuanto tiempo, hace ya... ufff, desde aquella vez...
-Entra, te invito a un café.
-Acabo de tomarme uno, pero espera, te hago compañia, vamos a aquella mesa.
Las dos jovenes treintañeras, elegantes, andan con parsimonia y un cierto aire de superioridad sobre el resto de los clientes. Las dos mantienen, entre muchas, una especial caracteristica en común: nunca miran a los demás, haciendoles lo que, para ellas, es un favor hacia las inmperfectas personas que las rodean. No los miraban, no evidenciaban la clara diferencia que tenian sobre ellos. Eran mejores, pero no necesitaban dejarlo claro constantemente. Ellas eran otra cosa. Se sentaron en la mesa numero seis. Cuando Virginia intenta llamar a la gorda camarera, alguien se le adelanta gritando vulgarmente: "¡Lossetta!".
-Bueno Virginia, ay... no se que decir, de verdad, hace ya de tiempo... creo que la última vez, cuando salimos de tiendas...
-Jajaja, si, es verdad. El dia que me ligué a aquel cachas de la tienda de ropa interior.
-¡Es cierto!, no lo recordaba... que coqueta eres...
-La verdad es que no tengo muchas razones para recordar a aquel cachas, jijiji.
-Era muy normalito, la verdad. ¡Pero que perfume elegiste! Agua de cheminée...
-Olia a cenicero, me aficione a ella durante el crucero que hicimos el verano anterior. ¡No habia otro en esa grotesca tienda del barco!
-¡Es verdad! recuerdo aquel crucero... baliamos en bikini en la discoteca... que cosas...
-Que mala aquella discoteca... Recuerdo que el Daikiri tenia restos de Mistol Oxigeno Activo. (MOA) Y, además, aquel extasis era como cal de lavadora.
- Si, recuerdo que nos lo tomamos y salimos a la cubierta. Estaba aquel borracho, que se puso a gritarnos obscenidades. Tuviste que tirarle por la borda, pero si no lo hubieras hecho tú, hubiera sido yo, lo sabes...
-Como no saberlo, si tú eras mucho peor que yo... Aun recuerdo aquel pobre que te silbó en el Crazy End. Todavia estará buscando sus dientes después del golpe que le diste con el vaso en su plena sonrisa de bobalicón.
-Si. El otro dia lo pensé. Ese tipo se parecia a aquel otro, el que violamos en el servicio del avión en nuestro viaje a Monaco. Como gritaba...
-Se ve que nunca habia probado el sexo anal, jijijiji. Pero se quejó menos que la azafata.
-Que cosas hemos vivido, mi querida Virginia, ¿recuerdas aquella percha en la tienda de variedades?
-Aquella de hierro colado.
-Nunca crei que un ojo pudiera saltar como la chapa de una botella de Care-Taker...
-¡Y te gané 50 monedas por aquello!
-¡Es verdad! pobre, aun la escucho gritar "¿por que, por que siempre a mi?" con aquella voz de pito, que ridicula. Debería haberse visto aquel vestido...
-Sí, siempre he odiado a esas estúpidas mujeres que venden su carne como si fuese un mercado ambulante de chacina sudorosa. Por eso siempre...
En ese momento, Aretha llega con su libreta y solicita con voz lenta y cansada los pedidos. Dos vinos rosados son la petición de las dos mujeres. Aretha murmura algo entre dientes y vuelve a la barra.. Vieginia Fox se apoya en la mesa, mientras sonrie complice y prosigue.
-...por eso siempre pensé que hicimos bien quemando aquel prostibulo.
-Con todas las personas dentro.
-Si.
Rossetta sirve las dos copas de vino, y pregunta ¿algo más?. La voz de barrio humilde chirría en los oidos de Alicia Tockenivlle, que no sin cierta muesca de desagrado niega con la cabeza.
-¿Y que me dices del asalto al Banco le Brèsil? Después de entrar y matar a cinco trabajadores, los estupidos policias creyeron que los atracadores eran aquellos jovenes con pañuelos islámicos y los acribillaron. La policia está fatal...
-Ya te digo... Pero tuvimos suerte, otras veces no hemos tenido tanta. Recuerda aquella vez que compramos un castillo irlandes por veinte monedas. ¡Y al final era danés!. Pusimos la denuncia y aún estamos esperando...
- O aquellas faldas que al final despintaban al segundo lavado... Que cosas...
Aretha vuelve a la mesa fijandose en las copas vacias. Ve a aquel hombre tan extraño sentado en la esquina que lleva toda la tarde pidiendole bombillas para almorzar. Aretha aparta la mirada deseando que no vuelva a llamarla, mientras se acerca a la mesa de Virginia Fox y Alicia Tockneville, y pregunta: ¿desean algo más? Alicia se molestá por la interrupción.
-Desearia que ninguna negra tocase las copas en las que estoy bebiendo, gracias.
Ambas blancas amigas rien a carcajadas, el extraño hombre de las bombillas se sobresalta, y Rosseta permanece con los brazos en jarra echandoles una mirada parecida a la de Mike Tyson antes de algúnos de sus digestivos combates, y dice:
-Señoras, quizás sea negra, quizas también sea gorda. Es más, solo soy una estupida camarera de un autoservicio igual de estupido que su clientela. Y si creen que la raza crea algún tipo de diferencia entre vosotras y yo, o quizas mi trabajo, se equivocan. No se crean superiores a mi por ser yo la que les pregunta que qué desean tomar. Ahora bien, si no quieren que toque sus copas, amigas, más vale que las quiten de mi alcance porque si no se las partire en sus bonitas cabezas. Y luego les partire las piernas. Invita la casa.

Alicia Tockeneville es una diseñadora de moda indú venida a menos. Sus gastos nunca han estado coordinador con las ganacias de ella y su marido, Herbs Seattle. Sea como fuere, es una mujer insegura. Cree sinceramente en la reencarnacion, más concretamente en la opción por la cual toda persona pasa, en su siguente vida, a ser un animal de compañia. Ella fue pez duende antes de ser Alicia Tockeneville, y confia plenamente en la posiblidad de que tras morir pase a ser pastor alemán nocillero. Le gusta la lasaña perofarada por pequeñas virutas de barro cocido. Le recuerda su infancia.

Virginia Fox es una mujer de negocios bastante eficiente. En su Universidad siempre fue de las primeras en coeficiente intelectual, aunque ella eligió la danza para intentar estabilizar un poco su rebelde personalidad. Tuvo una vida perfecta, rodeada de todo lujo, y quizá por eso, al descubrir la tensión del robo, asesinato y demás crímenes varios, decidió tirar todo por la borda para dedicarse en pleno al puro y llano desfase. A los 30 años, involucrada en muchas investigaciones decide casarse con un alto directivo de cierto equipo de fútbol importante a nivel europeo, lo cual le salva bastante el culo. Ya casada, se estabilizó, y volvió a la danza. Le gusta el pan bimbo sin corteza y los móviles que se abren para responder. Odia el yogur líquido y nunca, NUNCA la chupa.


Escrito por Magorl (Virginia Fox) y Juditas (Alicia Tockneville)