jueves, julio 20, 2006

Historias del Autoservicio; EPISODIO 3: CÓMO TRABAJAR EN UNA FÁBRICA DE PSICODELIA.


Autoservicio

Rosseta salió tarde de casa y, haciendo alarde de su innato don para hacer aún más odiosas las situaciones que, ya de por sí, tanto aborrecía; se dio cuenta de que se había dejado la cartera en la encimera de la cocina, dónde cinco minutos antes había estado intentando encontrarle sabor a café a “algo” que había dejado hecho su hija, la primogénita: Gertrudis, hermana del ya conocido Gustav Pliennette.

Se dirigía a un bar autoservicio, del cual sólo conocía el nombre, y no por razones ociosas precisamente. Había encontrado allí, a través de esas grandes benefactoras de la dignidad humana también conocidas como E.T.T.s, un trabajo de camarera bastante bien renumerado para como suelen estarlo, y necesitada su vida, como estaba, de un buen chute económico en su cuenta corriente, no dudo en aceptar. Su pensión de viudedad no le llegaba para toda su familia, porque sus hijos eran sendos golfos cuales Pérsicos y no pasaban ni un verde. Aceptó sin dudarlo y encaraba su primer día con una dosis bastante de mala leche, y además bastante agria, peor incluso que la del café.

Rosseta Pliennette, mujer negra de avanzada edad, nunca confesada. Siempre fue una gran admiradora de Rocío Jurado, y odía a las cantantes negras de los años 70. En realidad, odía los 70 al ser una década decadente en su vida, se casó con un marinero italiano y tuvo dos hijos con él antes de que, en misión de paz, se le comiera un pez espada gigante de las profundidades abisales en el oceano Atlántico. No tiene estudios pero sabe doblar la ropa con una oreja. Una mujer, en definitiva, fuerte y fascinante, que no cree en el núcleo familiar.

Aparcó al lado de una especie de desierto subsahariano, en una calle completamente desahuciada de vida humana a las espaldas del bar. Empezó a dar la vuelta, y al pasar por las cristaleras en dirección a las puertas, observó a tres chicos: una especie de quinto Beatle yonki, un rubio más pendiente del tanga de la de enfrente que de sus colegas y otro con perilla, cuya mirada contagió a la suya de una especie de tristeza existencial, como vacía. Estaban sentados sin ni siquiera mirarse, cada uno a su bola, como drogados. Rosseta siempre supo que la droga acabaría con la juventud, pero decidió no hacer nada por cambiarlo.

- Hola, me llamo Rosseta – dijo ella al que parecía ser el encargado, que apoyó rápidamente los codos en una especie de almohada de plástico roja que rodeaba a la barra en todos sus filos.

Se quedó mirándola fijamente al cuello, sin decir nada. Pasaron 5 segundos, y Rosseta seguía esperando por amabilidad, manteniéndole la mirada e intentando transmitirle parte de su incomodidad por su comportamiento, cuando él, transcurridos otros 10 segundos, bajó la mirada y dijo:

- Wooow… creo que estoy totalmente loco - a la vez que empezaba a reírse a carcajadas tan llenas como el mostrador de pegajosas manchas de café.

Héctor Rocha, un hombre peculiar. Se podría decir que es el dueño del bar, después de qué al verdadero capitalista del local le ocurriera un desgraciado accidente metafísico y quedará por siempre confundido y vagando en plan Maestro Kung Fu. Estudió en conservatorio, hasta que se desengaño de la música y decidió crear su propio estilo, la micromúsica, consistente en bases hechas con tonos de 8 bits y un tio que rapea al compás, con la que ha conseguido hacerse millonario. Siempre ha pensado que la droga no es la solución a las preguntas de la vida, pero que es la clave para entender la broma que implica ésta, cosa que él ha conseguido. Por y para eso se mete mucha. Y distintas.

Al levantarla, la vista, vio a Rosseta y se sobresaltó un poco, pero no hizo nada por ocultar su risa. Rosseta pensó que era de esas risas que no se pueden contener, y decidió darle el beneficio de la duda, que se disipó cuando el muchacho comenzó a decir:

- Rosseta, Rosseta...es como Aretha, sí. Te llamaré Aretha. ¿No te gusta Aretha? WoooOOW, es una gran cantante. Es fantástica ¡SI ARETHA! ¡HAZME VIBRAR! – gritaba cada vez mas fuerte mientras zarandeaba su cuerpo con una absurda violencia que no tenia que ver con nada parecido a la música de Aretha Franklin o con ninguna otro estilo que, al menos, Rosseta conociera.

- ¿Sabes? Sé que he flipado por un momento pero...woow, a veces pasa...

Rosseta ya empezaba a cogerle tirria a su forma de decir “woow” cuando el chico continuó su historia sin importarle un ápice los ojos totalmente abiertos de Rosseta aún impresionada por su repentina vocación musical:

- ¡Acabo de ver al jodido J E S U C R I S T O Loreta! Quiero decir, Aretha. Wooow… ¡Pero es que fue una puta movida! No entendía nada, pero de repente entró, y me dijo: Deberías pasar más tiempo sentado en el sofá junto a tu padre. ¡Y es exactamente lo que decía mi horóscopo! Woow. Además, mira, te lo puedo demostrar: están allí, mesa 4, jugando al mus, ¡acaban de pedirme el tapete y las cartas! Está con San Pedro y Satán, creo que se juegan almas, y Pedro es árbitro por aquello de la Virgen Magdalena, ya sabes...un poco zorra. ¡DIOS! ¡NO ME DIGAS QUE NO HAS VISTO EL CÓDIGO DA VINCI ARETHA!

- ¡Deja de chillar, joder! – dijo Rosseta, ya nerviosa con esa especie de Obélix de la cocaína – A ver, yo vengo a trabajar: ¿Dónde está el encargado?


Los rezos que anoche Rosseta oró no fueron escuchados, y ella se dio cuenta cuando la persona que, en cinco minutos, había sido directamente clasificada en su archivo de personas insoportables, primero de la clasificación a los puntos, le señaló una placa en su pecho con los dedos, y le dijo:

- Escucha. ¡Yo soy así! ¡¡Y YO SOY LA LEY AQUÍ! Pero te pagaré bien y respetaré al menos dos horas al día por tus asuntos personales. Aquí sólo hay una regla, servimos café a todas horas, y si no estamos: pase a la barra y sírvaselo usted mismo. No trabajamos por dinero, lo hacemos por vocación. Y si te preguntas como podría pagarte, soy multimillonario y te lo demuestro aquí y ahora.

Sacó un fajo de 1.000 euros en billetes de 50, y se lo dio a Rosseta. Sacó otro aún más gordo y lo tiró a la freidora. Se descojonaba de nuevo cuando dijo, en un tono de voz tan agudo que incluso hizo daño a los oídos de la pobre mujer:

- ¡WOOOOOOOOOW! ¡PRIMER MES DE ADELANTO ROSSETA! ¡Y, si quieres cobrar por los cafés y las comidas, ya sabes, quédatelo todo! ¡Tómatelo como mi forma de rendir culto a la gran voz que representas, Aretha! – dijo.

Rosseta contó los billetes, miró al encargado, qué se había puesto a golpearse en el cuello con la puerta del microondas, al intentar cerrarlo con su cabeza dentro mientras reía a plena carcajada. Dudó. Hizo algunos cálculos.

Se puso el delantal y pasó al otro lado de la barra, de momento, aunque se planteaba realmente si no estaba pasando al otro lado de la fuerza. Al fin y al cabo, pensaba, nada puede ser peor que vivir con mis hijos.