jueves, agosto 10, 2006

Historias del Autoservicio; Capitulo 7: LA FUERZA EMPÁTICA

Cuando Chris Stockholm entró por la puerta, pasó totalmente desapercibido. La radio estaba apagada y dio gracias a Buda por ello. Su madre le inculcó la creencia budista desde muy pequeño y, aunque él no creía en nada superior al ser humano, aún duraban esas estúpidas reacciones a costa de maldecir a su Dios.

Se dirigió a la mesa número 10 y esperó. Mientras observaba alrededor. La mitad de las mesas estaban repletas de gente, en un orden casi cómico, alternando las primeras tres en dos llena y una vacía, para después saltar cuatro igualmente vacías hasta la suya, donde permanecía solo. Al intentar escuadriñar las siguientes mesas una camarera de raza negra distrajo su atención, puesto que se dirigía a él estando a unos diez pasos de su meta.

Nueve pasos: comenzó a imaginársela fornicando, cosa que le gustaba hacer antes de hablar con cualquiera, puesto que le reconfortaba pensar que todos sudamos cuando follamos y ponemos caras raras al llegar al éxtasis.

Cinco pasos: a ella la imaginaba muy mórbida, pero cauta en sus movimientos, como un obeso gato de color pardo.

Tres pasos, cuando de repente, un clic dio paso a la típica voz de ultratumba radiofónica, y al unísono Chris dejó por momentos su personalidad afable y bonachona (aunque algo excéntrica) aparcada, convirtiéndose en la parte de si mismo que no había escogido y que ni siquiera estaba predestinada.






"Chris era un buen estudiante, un tío lógico y formal, esa clase de hijo que les gustaría tener a tu madre. Se alistó a la armada científicia tras terminar Biotecnología con matrícula de honor de nota media. Decidió prestarse como conejillo de indias a su propio experimento sociológico, que pretendía multiplicar o crear de cero nuevas emociones a partir de la música, cosa útil desde el punto de vista armamentístico militar, al tener el poder de desmoralizar completamente a las tropas enemigas o arengar a las propias y aliadas. Se canceló al descubrirse su incontrolable potencial, hasta el punto de convertir a la persona afectada en emocionalmente inestable peligroso. Chris dejó la armada en 1989 y montó un kiosko de prensa. No tiene familia. Su última novia se acostó con su entrenador personal de gimnasia."



(…Y después de este Kill them all de Metallica escucharemos una de las canciones con las que seguro que más de uno y más de dos han descubierto estar enamorados. Escuchemos a U2 con su balada “One”…)



La camarera estaba a un paso, podía leer su placa cuando sonaban los primeros acordes del tema:

-Buenas, ¿qué desea caballero?

(Música: “…Is It Getting Better…
or do you feel the same…”)


Chris se echó a llorar de sopetón. Agachó la cabeza contra la mesa, casi no podía mantener la respiración. Rossetta, o Aretha, ya estaba acostumbrada a estas situaciones absurdas y simplemente esperó con cara de póquer a que terminara de moquear y pidiera algo.

(…You say
Love is a Temple
Love Higher
A Law...)


Entonces, el chico se levantó y besó a Aretha. Un beso largo y casto, como de película de Carmen Sevilla y Paco Martínez Soria.

-¡Esto si que es un premio gordo! – exclamó Rossetta, que ya no recordaba que la saliva de otras personas sabían distinta a la suyas. Le cogió de la mano y lo arrastró tras una puerta con un gran letrero que rezaba: “RESE VADO”.

En pleno acto sexual, la canción se apagó con un leve “… one.” Chris retomó poder sobre sus actos y se descubrió en una escena demasiado grotesca y a la vez vagamente familiar.

Empujó a Aretha hacía la pared y salió corriendo del reservado. Confundido, se apresuró entre las mesas del autoservicio y continuó hasta llegar a la puerta, que se abrió en ese mismo momento mostrando frente a él a un enmascarado portando una sierra mecánica de marca Palmera.

Sonaba de nuevo la radio, un Simpathy for the Devil. Chris se arrodilló, abatido e indefenso, frente al extraño personaje.

Gritó: - ¡Llévame, por favor!