lunes, septiembre 04, 2006

Historias del Autoservicio. Capitulo 10. IDEAS PELIGROSAS

Ron Inho estaba ansioso. Había quedado con un viejo amigo en ese bar, y estaba ansioso porque le había dicho que tenía que contarle algo grande. Tenía que serlo, porque Ron estaba pensando ya en acostarse cuando recibió la llamada de Peter.



Ron Inho no es demasiado listo, pero sacaba buenas notas cuando estaba en el instituto. Es un bueno tipo, educado, honrado y paciente, pero nunca había tenido demasiada personalidad y se dejaba llevar por todo aquel que tuviera un mínimo de carisma, algo de lo cual carecía por completo.

Peter siempre había sido un loco. Podría llamársele más bien genio, pero le faltaba el éxito, con lo cual no pasaba de estar un poco pirado. Ron era consciente de que las ideas de Peter no eran malas. Suponía que sólo le faltaba una pequeña dosis de realismo… o quizá un buen marketing.

Trece minutos después de Ron, entró Peter por la puerta



Peter Kas es demasiado listo. Sacaba unas notas pésimas en el instituto. Siempre dedicaba su tiempo, tanto el libre como el ocupado, a pensar en cosas aparentemente sin sentido, pero que para él eran las que le elevaban por encima de los demás. Es el mejor amigo de Ron Inho desde que entraron en el instituto. Peter no era anarquista, pero no creía en las convencionalidades. Se sabe todas las normas de educación al dedillo, pero le gustaba saltárselas delante de gente cuidadosamente seleccionada.

Peter se sentó en la mesa de Ron. Traía una mochila que parecía prácticamente vacía. Estaba muy aplastada y Peter la manejó con mucha facilidad al dejarla en el suelo junto a su asiento. Se saludaron y Ron empezó:

-Bueno, Peter. ¿Para qué querías verme? Apenas me quedan uñas de lo nervioso que me he puesto esperando a que llegaras.

-Tío, preparate para oir lo que te voy a contar. Seguramente la idea más grande y más importante que he tenido hasta ahora.

-Dispara, cabrón.

-¿Has visto alguna película tipo “Crimen perfecto”, “Infiel”, “La soga” o alguna de esas?

-Sí, claro. Todas ellas, pero ¿quiéres ir al grano de una jodida vez?

-Perdona tío. Verás. Pensando y pensando, me he dado cuenta de los fallos que había en esas películas.

-¿Fallos? ¿Qué fallos puede tener una película de Hitchcock como “La soga”? –inquirió Ron

-Tío fíjate. En “Crímen Perfecto” de Michael Douglas ¿Quién es el que va a ser el asesino de la mujer?

-El amante, ¿no?

-¿Y en “Infiel”, quién mata al amante?

-El cornudo.

-¿Y en “La soga”? ¿Quiénes son los asesinos en “La soga?”

-Pues los amigos del muerto… ¿a dónde quieres llegar, Peter? –dijo Ron.

-Fíjate de nuevo… todos ellos son alguien para el muerto. Tienen una relación aunque ni se conozcan. Ese es el fallo. En una investigación policial, en todos los casos los asesinos pueden llegar a ser sospechosos alguna vez. Tirando del hilo, al final se llega al asesino. Incluso los asesinos en serie que descuartizan a personas con las que no tienen ninguna relación, acaban siendo trincados, porque sí que hay una relación. Todos los asesinatos suelen corresponder a un patrón que los vincula directamente con el asesino. Sólo queda investigar, prepararse para las actuaciones policiales. Pero dime una cosa Ron.

-Sorpréndeme.

-Si muere una mujer 5 manzanas más para allá de tu casa... ¿Te interrogarían como posible sospechoso? –preguntó Peter.

-Supongo que no, Peter.

-¿Y si asesinan al dependiente de una tienda a la que nunca has ido y por la que nunca has pasado por delante, siete meses después de la de antes?

-Qué quieres que te diga, Peter. Supongo que no.

-¿No te das cuenta? ESO sería un crimen perfecto. Un crimen en el que no habría ni la más mínima posibilidad de que tú fueras un sospechoso, simplemente porque no tenías ninguna relación con el muerto, porque ni siquiera lo habías visto en tu puta vida, Ron. Ni sabías cómo se llamaba, ni donde vivía, ni a quién se follaba todas las noches. ¿Lo ves ya?

Ron Inho no estaba aun muy sorprendido por el calibre de las cosas que estaba oyendo, porque no es la primera vez que Peter Kas queda con él para contarle algo absurdo.
Peor fue cuando quedaron para que Peter le contara su teoría sobre los matones malos en las películas de acción. Quedaron para hablar de lo que los matones que secuestran a la chica buena de la peli sienten mientras están esperando tras una puerta a que el bueno, que acaba de llegar al redil de los malos, hable con el villano durante quince minutos hasta que el villano les haga la señal de que ya pueden sacar a la chica, para que el bueno la vea y se cague en los pantalones. Esperan y esperan de pie con la chica atada y amordazada hasta que el malo chasquee los dedos o diga las palabras “Tengo una sorpresa para usted, Mister Bond”.
O de lo que se nos pasa por la cabeza o somos capaces de hacer y decir cuando nuestra madre nos pilla masturbándonos en nuestro cuarto.

Ideas geniales, pero que no llevan a ningún lado.

-Sí, claro, sería una buena forma de matar a alguien sin ser sospechoso. Pero, si no conoces a alguien ¿cómo ibas a poder matarlo? Ni siquiera podría ser por venganza, porque eso te vincularía directamente. Sería algo totalmente exento de sentido. Absurdo aparte de criminal. Puede que nunca te pillen, pero, ¿para qué serviría, Peter?

-Buf, pues no sé. Tiene que ser una gran sensación. Un poder tremendo, matar a personas sin que nunca en la vida puedan cogerte, solamente porque nunca sospecharían de un tipo como tú.

-Oye Peter, estas cosas están muy bien. Son originales y eso. Pero… no estarás pensando realmente en matar a alguien sólo por placer ¿no?

-Bueno Ron, de eso quería hablarte.

-Espero que estés bromeando, Peter.

-Mira a tu alrededor, Ron. Al chico que está sentado dos mesas más para allá, por ejemplo. ¿Lo conoces de algo?

-Peter, prefiero ni mirar. Esto que estás diciendo es lo más lejos a lo que has llegado hasta ahora en tus infinitas divagaciones mentales. Confío en que estés bromeando, pero me estoy empezando a asustar, Peter.

-¿Lo conoces o no?

-No lo he visto en mi vida. ¿Y qué?

-Yo tampoco, Ron. Además tiene pinta de payaso y habla muy alto. Llevo un rato pensando en la voz tan fea que tiene y en las tonterías que dice. Y esa camisa es tan chillona que me duelen los oidos cuando la miro. Seguro que si lo matamos estamos haciendo, además, un favor a la sociedad, eliminando a un tío tan hortera y desagradable.

-Vete al carajo, Peter. No me puedo creer que estés hablando en serio. ¿Qué pasa con la ética? ¿Con los remordimientos? ¿Con los pecados? ¿No te enseñó tu mamá que no debías decir palabrotas ni matar?

-Amigo. ¿Qué es la ética? ¿Un conjunto de normas dictadas aleatoriamente para la cohesión social, al igual que la educación? ¿Remordimientos? ¿Acaso lo vas a echar de menos? Y sobre mi mamá… también me decía que no debía hacerme pajas porque sino, se me pudrirían los sesos. Tengo la picha como un joystick y aquí me tienes, más cuerdo que cualquiera de estos mortales que nos rodean.

-Ahora encima te crees que eres un dios o algo por el estilo, ¿no? Oyéndote, estoy pensando realmente en dejar de hacerme pajas. Estoy empezando a pensar que tu madre hablaba muy en serio, Peter.

-Hoy vamos a matar a una persona, Ronald. Más vale que te hagas a la idea.

-¿¿Hoy?? Es decir, ¿¿Matar a una persona?? ¿¿Nosotros?? Tú fumas cosas extrañas, Peter Kas.

-Mejor aún. Para rizar el rizo, tú vas a matar a ese apestoso, Ronald Inho.

-No me creo lo que estoy oyendo. Encima tengo que ser yo, ¿no? ¿Por qué?

-Como he dicho, para rizar el rizo. Para que sea aún más imposible si cabe que te pillen. Yo lo tengo enfrente, pero tú lo tienes a tu espalda. Ni siquiera lo habrías visto si yo no te digo que te des la vuelta. Yo podría pecar de llevar toda la tarde observándolo. Tú no, Ron. Te felicito.

-¿Por qué me felicitas ahora?

-Por ser el primero en llevar a la práctica mi teoría. Me das envidia.

-Te cedo el honor gustoso ¿eh?

-Ya sabes que no, Ron. Ya me conoces.

Ron estaba realmente asustado. No es que no supiera qué decir, sino que no sabía qué hacer. A pesar de sus réplicas, Peter había convencido a Ron de que matara a una persona. La personalidad de Peter es tan apabullante, tan carismática para Ron, que lo había seducido. Veinticinco minutos de charla le habían bastado para convencer a Ron de que matara a una persona. No es raro que Peter embauque a Ron para que hagan juntos alguna cosa rara, como una vez que se pusieron en el puente subidos a la barandilla para hacer que se iban a suicidar, y ver las reacciones de la gente que pasaba. Incluso se ataron unos pedruscos de algunos kilos para darle realismo.
Pero esto era diferente.
Una cosa es reirse de la gente, y otra, matar a la gente.

-¿Con qué piensas hacerlo, Peter?

-Estuve muchas horas dandole vueltas a eso. Al final pensé que lo mejor era un disparo en un callejón oscuro con una pistola silenciada. Por la espalda y sin decir media palabra. Puede sonar rastrero, pero yo no creo en ese tipo de honor ni en los discursitos de antes de matar a alguien. Al fin y al cabo, va a morir.

-¿Tú tienes una pistola con silenciador?

-¿Olvidas que mi padre es policía? La pistola ha sido fácil de conseguir.

-¿Y el silenciador? No creo que a un policía le haga falta un silenciador.

-Hace dos semanas que empecé a pensar sobre este tema. –Comentó Peter -Desde entonces, lo que más tiempo me ha tomado ha sido lo del silenciador, y en cuanto lo conseguí fue cuando te llamé. ¿Adivinas cómo lo he conseguido?

-¿Más sorpresas? Qué bien…

-Lo fabriqué yo mismo.

-Venga ya. –Ron, no terminaba de creerselo.

-Recuerda que soy un puto genio. Si no lo fuera, no estaríamos aquí, y tu vida sería muy aburrida.

-Creo que mejor no voy a preguntarte cómo lo has fabricado. No entendería una mierda.

-Sí, será mejor. ¡Bueno, bueno! parece que nuestro amigo se marcha ya. Ha llegado la hora, Ron. O mejor dicho. Ha llegado su hora –Rió Peter. El ambiente empezaba a ponerse tenso para Ron. El ejecutor.

-Muy gracioso, Peter.

Cuando el desconocido salió por la puerta, Peter le hizo una señal a la camarera. Pagaron la cuenta y se levantaron rápidamente antes de perder de vista al extraño de camisa chillona. Peter cogió su mochila y salieron con paso ligero por la puerta.

-Por allí va, tío. Corramos.

Era un martes por la noche, así que no había mucha gente en la calle. Casi nadie.

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Aretha dio un suspiro.
-Por fin me puedo ir a mi casa. Esos tíos parecía que no se iban a ir nunca.

Una de las reglas del bar era que a la hora de cerrar, se cierra pero no se puede echar a los que están dentro. Hay que esperar a que se marchen.
Aretha se dispuso a recoger las dos mesas cuando se dio cuenta de que en la mesa del hombre de la camisa chillona había una cartera.

-Joder, ahora se dará cuenta al llegar a su casa y volverá a cogerla, y yo, como una tonta, tendré que esperar para devolvérsela.

Mientras tanto, Aretha limpiaba, fregaba, guardaba, contaba, apagaba.

-Como no vuelva ya, me la quedo.

En ese momento, vio una sombra pasar por la luna principal. Seguramente será él, gracias a Dios. Aretha se dirigió hacia la luz para encenderla y poder abrir la puerta sin chocarse con todo lo que habría por medio.
Pero el desconocido de la cartera no venía sólo. Otra sombra iba detrás suya, no muy alejada.
Cuando el hombre se giró para llamar a la puerta, en vez de eso, dio un giro completo para volverse hacia la persona que lo seguía. Gritó:

-¡Eh! ¡Peter! ¿¡Qué es esto!?

Aretha se quedó blanca. De la sombra del perseguidor surgió otra sombra. Una especie de pistola. Consiguió distinguir el silenciador en el fulgor del disparo.
Una mancha de sangre apareció repentinamente en el cristal de la puerta, sobre el que cayó también el desconocido, llenándolo todo de churretes rojos.
Aretha, que llevaba un rato con la mano sobre el interruptor, lo pulsó casi sin darse cuenta. El autoservicio se iluminó entero.

El asesino volvió su cara hacia Aretha. Entonces pudo verle la cara. Era una de las otras dos personas que estaban en el bar hasta cerrar. Era Ron. La pistola se le cayó de las manos.

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Ron estaba acojonado. Todo había salido mal.
Se giró rápidamente para que Peter le dijera algo, lo que fuera.
Peter ya no estaba.

By: Angel B. alias "Mak"