martes, enero 22, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo 32. LOS TRES AMIGOS DE JOHN RAPAPORT

John Rapaport no sabía, tan siquiera, si alguna vez había estado en aquel local, Realmente, no le importaba a nadie. Incluso se podría decir que ni a él mismo le interesaba demasiado el dato. Estaba allí, quería un café, y relajarse.


John Rapaport era gerente de urbanismo en la ciudad vecina. El dia anterior impulsado por algún deseo desconocido, había abandonado a su famia, su casa y su trabajo. Había cogido el coche y sin más dilación había arrancado, sin mirar carteles con direcciones o mapas. Aquel impulso le dictaba abandonar su vida y empezar algo, no sabía aún el qué. Al dia siguiente, minutos antes del punto en el que nos encontramos, aquel impulso guia le había hecho sentir que debía parar en el Autoservicio. Como siempre, no sabía por qué. Pero empezaba a sentirse enfermo.



Rapaport se sentó en la mesa número 10, la más alejada, y miró sopesadamente por la ventana. No sabía qué, pero algo de especial había alli. La camarera se acercó y él, casi sin darse cuenta, pidió agua caliente con limón. Volvió a mirar. El paisaje era desertico: ni vegetación, ni movimiento. Solo algunos coches y un par de camiones aparcados en la tierra. Mirar aquello le produjo una molesta sensación de tristeza. La camarera le sirvió su bebida y se fue sin decir palabra. Rapaport la cogió y al volverse vio que tres personas estaban sentadas junto a él, en su mesa: dos en frente, uno a su derecha.
Ni se sorprendió. Sabía que algo le pasaba, y el hecho de que tres personas que hacía tan solo un instante ni tan siquiera estaban en el local ahora estuvieran sentados en su mesa no le iba a pillar desprevenido. Aquello no tenía sentido. Lo más lógico era pensar que aquellas personas eran producto de su imaginación.

Los miró con atención. El que estaba frente a él comia pipas y dejaba las cascaras en la mesa. Parecia nervioso y no paraba de mirar por la ventana. El que se sentaba al lado de éste era un hombre joven con barba y cara alegre. Miraba a la camarera con una leve sonrisa, y parecia sentirse bien, comodo. Al Lado de Rapaport una mujer de unos cuarenta años y pelo canoso, vestida como si tuviera ochenta, cosía un jersey con motivos navideños. Ninguno hablaba. Frente a ellos había bebidas, que por supuesto, antes no estaban allí: la mujer tomaba una infusión, el joven barbudo una cerveza y el hombre de las pipas un café. Rapaport, algo molestó por el hecho de que no hablasen, dio el primer paso:

-Bueno, ¿es que no vais a decir nada?
El hombre de las pipas le miró:
-¿Y que quieres que digamos?
-No se, no os conozco
-Lo cierto – dijo el barbudo mientras estiraba el cuello para mirar a lo lejos- es que no esta nada mal este local. No lo conocía, pero tiene un ambiente curioso: es como un bar de carretera solo que… bueno, esta en la ciudad y… no hay carretera… Pero tiene algo, si.
-Este jersey es para mi sobrino –la mujer hablaba sin levantar la mirada de su tarea- cumple quince la semana próxima. Su madre me dice que es muy mayor para llevar estas cosas pero, ¿Qué le puedo dar si no? No tengo dinero, la pensión es minima, solo puedo darle lo que hago con mis manos. Y solo se hacer esto.
El hombre de la barba rió y le miró con cariño:
-Vamos, mujer, seguro que le gusta. También puedes llevarlo al cine, es lo que hacía mi abuela cuando…
-Bueno, ya está bien –el hombre de las pipas levanto la mano- A ver chico, ¿qué te ocurre?
-No os conozco, nadie de los que estan aquí parece que os este viendo, habeis aparecido de repente, de la nada.
-¿Todo eso te hace llegar a una conclusión?
-Claro.
-¿Y bien?
-Sois producto de mi imaginación. No exisitís.
El tipo de la barba rió con una carcajada alegre.
-¡Vamos hombre! Eso es muy simple. Tú crees que somos producto de tu imaginación. Veamos, si eso fuera verdad significaria… no se, que nosotros no existimos. Ni yo, ni esta agradable señora, que se llama Doris, por cierto, ni Sam, el tipo nervioso de las pipas. Y, deja que te diga, amigo mio, yo tengo una familia esperandome en casa, y soy muy conciente de ello. Si lo que tú dices fuese cierto, significaria que ellos tampoco existen. Quien sabe, quizas seas tú el producto imaginario de alguno de nosotros.
Rapaport se mesó el pelo.
-¿Quiéres decir que si yo le dijera a aquel tipo que si os puede ver, el me diría que si?
-Bueno, es más complicado que eso
El hombre de las pipas acabó su paquete. Se estiró haciendo crujir la espalda y miró fijamente a Rapaport.
-La pregunta, querido John, es si eso le importa a alguien. O más bien, la pregunta sería: ¿por qué tienes una pistola en tu mano derecha?
John Rapaport miró a la mesa. Junto a su agua caliente con limón vio que su mano derecha, efectivamente, sostenía un arma. Una Desert Eagle plateada y cargada.
-Esto no estaba aquí antes.
La mujer, que seguía cosiendo, habló:
-Bueno, hijo. Lo cierto es que la estás tocando. Estas cogiendo esa arma. No parece que sea mentirá, ¿no?
-Yo no tengo armas. ¿Para que iba a quererla?
-No se, John, pero dime, ¿no notas algo extraño aquí? ¿algo que te hace sentir incomodo?
La mirada del tipo de la barba mientras decía esas palabras iba dirigida a una mesa más alejada, la número cinco. Allí, un hombre con flequillo de roquero y patillas hasta el mentón no dejaba de mirar a Rapaport. Era una mirada seria, desagradable. Por momentos John empezaba a sentirse especialmente incomodo. ¿Por qué aquel tipo no dejaba de mirarle? Parecía como si con su mirada quisiera reprocharle algo. Rapaport evitaba su mirada pero sabía que aquel tipo seguía observandole, como si le juzgara. Una rabía interna se apoderaba por momentos de él,y aferraba con fuerzas cada vez mayores la pistola.

De pronto, el barbudo había dejado de sonrerir y la mujer de coser. Los tres le miraban profundamente, muy serios. La mujer susurró, como si fuera un secreto:
-Ya sabes lo que tienes que hacer, John.



Aretha, tras la barra, pudo observarlo todo. Aquel hombre que había pedido el agua con limón y que parecía estar hablando solo, se levantó, como endemoniado, y avanzo varios pasos. Aretha, inmóvil, contemplaba. El hombre se paró en la mesa número cinco, levantó la mano derecha y apunto con el dedo, como si llevara un arma, al asiento de la mesa, donde tampoco había nadie. De hecho, solo estaban aquel tipo y ella en el local. El hombre miraba aquel asiento con fuego en sus ojos. De pronto, el hombre hizo un gesto con el brazo y empezó a gritar de ira algo incomprensible. Hacía un gesto con el cuerpo, como si la imaginaria arma que llevaba en su mano le produjese el efecto del retroceso al disparar. Después de varios segundo, el hombre empezó a llorar y salió corriendo, haciendo un gesto con el brazo justo antes de salir por la puerta.



Aretha suspiró. Aquel local estaba lleno de locos y no pasaba un día que no ocurriesen cosas de ese tipo. Al menos ahora se encotraba sola. Se acercó a la mesa número diez para recoger el vaso de aquel tipo que, pos supuesto, se había ido sin pagar. Al llegar, trapo en mano, algo la confundió. Allí había un vaso con una infusión, una cerveza y un café. No recordaba haber servido aquello antes de la llegada del loco, pero lo achacó al duro dia de trabajó. Lo recogió todo, incluido unas cascaras de pipas que alguien había dejado amontonadas sobre una servilleta. Al llegar a la barra un reflejo cerca de la puerta le llamó la atención. Parecia… parecia… si, un arma, ¿qué demonios hacía alli?

Mientras se acercaba a la puerta para comprobar que aquello fuese cierto, pisó sobre algo humedo y casi resbaló por completo. Al mirar, un charco de sangre llenaba toda la parte baja de la mesa numero seis. Lo extraño era que el charco, a pesar de que allí no había nada, no paraba de estenderse. Cada vez más grande, cada vez más oscuro.

jueves, enero 10, 2008

Historias del Autoservicio. Capitulo 31. ANONIMO Y SOLITARIO

Entró en el bar casi sin hacer ruido. Vestía una larga gabardina, botas con espuelas (bastante hortera) y un sombrero que le cubría la mayor parte del rostro. Ni se preocupó por la gente del local, ni reparó en nadie, ni nadie reparó en él. Parecía ido, pero con unos ojos que mostraban una idea clara del porqué había venido a este lugar. Su larga zancada pronto le hizo llegar a la barra (tampoco es que estuviese muy lejos de la puerta) y dijo con voz ronca y autoritaria "Un ron cola bien servido, cuando usted pueda".

Se sentó en el primer taburete que encontró y esperó pacientemente a que le pusieran por delante lo que había pedido. Cuando ya vio que cerca tenía el vaso, abrió de nuevo la boca para preguntar sin buscar respuesta "¿es que a ti nunca te ha pasado?" Como no busca respuesta, pues tampoco la encontró, algo que le satisfizo y agradeció.

Como hablando con su vaso continuó:

- ¿A ti nunca te ha pasado? No creo que sea así. Yo creo que todo el mundo, me refiero a hombres, ha topado alguna vez con alguna mujer que es su ilusión y su frustrada fantasía. Esa que te desgarra el alma y que te arranca más de una lágrima, sabiendo que podrás verla, pero jamás tenerla. Esa que si un día no la ves, es como si ese día no hubiera salido el sol o no hubiese existido. Sí, será todo lo cursi que la gente quiera, pero es más cierto que que las putas lo hacen por dinero, al igual que los políticos. Esa que por una razón u otra y que por alguna circunstancia sabrás que tendrás que conformarte simplemente con saber de ella, lo que es una verdadera putada.

Sin probar sorbo alguno y sin ser escuchado, algo que no le importaba lo más mínimo, prosiguió:

- El que lo niegue es que nunca ha querido o que no tiene sueños. En fin, si todo fuera fácil, la vida no tendría sentido, ni interés. Y no te atreves a nada más por no romper el encanto o por miedo. Me rió de Sandra Bullock y sus películas de happy ends. ¡Cerdos guionistas! ¡Encima se ponen en huela! ¿Qué sabrán de la vida, escribiendo bazofias sentimentales que no lleva a ninguna parte?

Llegó el momento en el que tomó la copa y se la bebió de un sólo trago. Miró al frente y exclamó:

- Menos mal que siempre me quedarán los cubatas que son efímeros, pero al menos sé cuánto me van a durar. ¿Consuelo de tontos? Como diría un gran filósofo urbano "Alcohol... a la vez motivo y solución de todos mis problemas.



By: Litu